Tras cientos de poros recorridos
y trescientas lunas dibujadas,
después de los dientes de sierra deslechados
de las espumas y las vendas revendadas,
una vez conocidas la cruz, la cara y el canto,
las brumas y brotes, las brisas y brasas,
las mezclas de aroma y rima,
de saberme todas las pinceladas.
Después de la luz asombrada y su pedazo de sombra,
de rebañarme en su mar de jadeos acuñados
de afinar el arco tenso de los suspiros donde el alma se esconde,
luego de la palabra retornante a lo dicho,
de los hechos y las dichas,
de tantos veintiochos julieros,
me hallo en disposición firme y clara,
diáfana y entendida,
consciente y madurada
de escribir con letra versalita,
que afortunado,
de entre todas tengo más que cerca
la piú bella donna nella mia vita.
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