Me ha llegado este regalo.
Lo que parece ser un improvisado arranque musical, acaba siendo una interpretación en toda regla de la Coral de Niágara. El adocenante centro comercial, dispuesto a imponerte sus ritmos tecnotrance y demás trajes, es convertido en caja de resonancia de la belleza clásica. Esto no se lo podía esperar. Bien.
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