martes, 28 de diciembre de 2010

Häendel

Me ha llegado este regalo.
Lo que parece ser un improvisado arranque musical, acaba siendo una interpretación en toda regla de la Coral de Niágara. El adocenante centro comercial, dispuesto a imponerte sus ritmos tecnotrance y demás trajes, es convertido en caja de resonancia de la belleza clásica. Esto no se lo podía esperar. Bien.

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