jueves, 14 de noviembre de 2013

Ariadna Castellanos trenza sueños al piano


Aun perdura en lo que miro el aroma de las notas que Ariadna fue dejando sobre las cosas. A casi veinticuatro horas del concierto, todo lo que observo rezuma una especial banda sonora de piano, contrabajo, palmas, ritmo y zapateo.

Hay situaciones en las que la vida nos ofrece cobijarnos entre las curvas de un paréntesis, para que únicamente convivamos frente a una sensación, un elemento, una trazada. La cita en esta ocasión la pautaba la belleza; esa lujosa oportunidad para sintonizar con las imparables fuerzas estéticas que dominan y alteran del tiempo los sentidos, otorgando a la existencia una perdurable distinción. 
A pesar de que la aspereza actual de los tiempos no propicia el adentrarse en espacios tan sutiles y contemplativos, ayer unos cuantos admiradores, más de los que Ariadna esperaba encontrar, nos entregamos gustosos al trazado sonoro que sus dedos agitanados confeccionan al piano. Pero ayer fuimos nosotros los homenajeados. En el cauce de ocho temas, generosa nos regaló una cosecha frondosa de notas cultivadas mano a mano, unas brazadas repletas de jugosidades creativas y la picante emotividad del buen gusto, esa que hace del sonido arte y del símbolo un juego con la llave que permite pisar otros mundos. Tocaron fluido y fácil, disfrutando, como si detrás no hubiera habido ensayos sobre la cuerda floja de la armonía.
Todo empezó con un escenario vacío sobre el que flotaba solitario y liviano, como un barco cargado de promesas inminentes, un piano de cola de puertas abiertas y notas contenidas. Cómplices esperaban también sus músicos, Antonio Lizana (palmas, cante y saxo), El Chispas (percusión), Mónica Fernández (bailaora) y El Negrón (contrabajo) amparados por ese fondo blanco y negro que saludaba nuestra entrada a la sala con una espalda descubierta llamando a imaginar la desnudez de los colores musicales, anunciando mucho tacto sonoro, pura sensibilidad.
Cada vez vamos siendo más gente. Amigos de amigos, familiares, conocidos, curiosos... Todos a una despedimos con el primero de otros muchos aplausos, el vacío de silencio que mantenía aun fría y callada la escena. Ariadna y Antonio ocupan sus puestos, ajustan su cuerpo y como una subida lenta de escalera caen se abren paso las notas y su primer quejío, luego van pasando compases de palmas, el cajón, el saxo y las respuestas del contrabajo, azuzados todos por los incesantes vientos del ritmo y la melodía. Un tema, otro tema, más entrega y más aplausos, un triunfo que llama a dar agradecidos los abrazos, descontando los días que restan hasta la grabación del nuevo proyecto y la suerte de otros escenarios.
En lo personal, además de atender el paso de la música, esperaba crítico el acompañamiento visual que elaboramos para completar el fondo. Un trabajo de intuiciones gráficas, por tanto mejorable, llamado a pincelar fugazmente cada pasaje sonoro entre lo etéreo de la luz y la poética de la salpicadura, haciéndolo apenas sobresalir sobre lo interpretado. 
Puede que sea el comienzo de una vereda creativa compartida con la que dar formas a esa música que Ariadna se trenza en el piano. 
Sea como fuere, por todo lo de ayer me siento un afortunado.
Gracias Ariadna por hacer la vida así de bella.
DG


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