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viernes, 2 de octubre de 2015

Inventando Mundos: Diálogos creativos con David Gamella. Por Alfredo Palacios


Este libro, de formato contenido, alberga la fórmula de dos elementos de primera necesidad educativa en la actualidad.

Uno es una vacuna y el otro un antídoto.

El primero, la vacuna, presenta principios activos contra la sequedad mental, la artrosis creativa, el infarto emocional, la parálisis progresiva de la curiosidad y la apatía intelectual, que habitualmente los años de escuela suelen provocar en nuestros escolares.

Podemos decir que una vez suministrada a los niños de los colegios con los que trabajamos, lejos de presentar reacciones adversas, manifestaron un bienestar generalizado con altos niveles de empoderamiento personal y un vigor expresivo fuera de lo común. Lo achacamos a que se sintieron protagonistas y directores de su aprendizaje, sin que esto se viera reñido con el entusiasmo propio de todo disfrute.

Tras las pruebas y análisis posteriores, se observaron aumentos en sus tasas de felicidad, en su autonomía de pensamiento, en su capacidad de acción reflexiva y operativa y por tanto podemos concluir que presentaron mejor receptividad a la construcción de nuevos conocimientos.

“Save the Children” (por algo se hizo en el proyecto bilingüe) está recomendado ya la aplicación de esta vacuna desde las primeras semanas de Ed. Infantil hasta bien entrado el verano del último curso de Bachillerato, para así no tenernos que ver en la necesidad de hacer uso del segundo compuesto que contiene este libro. 

Éste, el antídoto, está diseñado para aquellos adultos que han sido expuestos a un proceso progresivo de desecación expresiva artística, sobre todo si tienen en mente su inminente ingreso en la profesión docente. 

La fiabilidad de sus efectos depende y mucho del grado de inactividad experimentado por cada uno de los sujetos participantes en su devenir educativo. Por cuestiones de curriculum y horario, nos vemos obligados a suministrarlo en comprimidos muy comprimidos.

El objetivo último de este milagroso compuesto es paliar la mecánica deforestación que la escuela insiste en perpetrar sobre las capacidades imaginativas, innovadoras, intuitivas y comunicativas que de forma innata nuestra especie tiene.

Este libro pone de manifiesto un hecho constatable, un conjunto de acciones factibles que representan una vía de trabajo eficaz para revertir la dinámica excluyente de nuestras instituciones, empeñadas en erradicar el arte, en todas sus manifestaciones, de la educación.


Por último quiero expresar que me siento orgulloso de haber sido invitado por Alfredo Palacios a formar parte de este ensayo y que mi obra sirviera de catalizador para fabricar estos dos compuestos que con el apoyo del CUCC hoy presentamos en público. Gracias por la confianza y por usar mis manos para materializar la idea.

DG

martes, 29 de octubre de 2013

Nuestra frágil consistencia

Nuestra frágil consistencia

Por: | 29 de octubre de 2013
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La estrategia de algunos de hacerse cargo de nuestra debilidad para ofrecernos una inmediata salida, la solución a nuestros problemas, la panacea de nuestros males ignora que somos conscientes de nuestra fragilidad, pero que eso no significa que hayamos de rendirnos ante las propuestas supuestamente salvíficas. Los expertos en ofrecer garantías y soluciones para todo olvidan que hay en nosotros algo inconsistente, y que lo conocemos, salvo por lo visto quienes dicen ser perfectos, por cierto menos frecuentes de lo que algunos suponen y desde luego que lo que algunos se consideran. Convivimos con lo mejorable, que nos es constitutivo. No se trata solo de dejar constancia de ello, aunque resulta indispensable saberlo.
La experiencia de nuestra fragilidad nos es tan habitual, tan cotidiana, que resulta difícil no encontrarla sustancial. Y hasta tal extremo que queda por ver si no somos radicalmente inconsistentes, y si ello no pertenece a nuestra condición, lo que no ha de ser una coartada para rendirnos al estado de cosas. Ahora bien, la fragilidad no es lo mismo que la debilidad. Se requiere firmeza para asumirlo y en eso radicaría quizá la mayor de las consistencias. Y nada de eso excluye el que precisemos compañía y ayuda.
Otra cosa es la fatuidad, la de lo deshilvanado, la de la presunción de lo infundado, no la de la asunción de que hemos de desenvolvernos en el terreno de lo discutible y de coexistir con lo infundamentado. No siempre ni todo está bajo control, ni tampoco en nuestra propia vida. Ni lo esperamos. De una u otra forma insistimos en lo reparador, en el descanso, en el alivio, en el suspiro, que airean nuestra existencia. Lo precisamos. Tratamos de suturar, de enlazar, de vertebrar, de unir, de tejer, para ofrecernos ámbitos, espacios y territorios con alguna consistencia. Pero una y otra vez se revelan efímeros, coyunturales, ocasionales, lo que no les resta importancia, ni siquiera un cierto carácter decisivo. En todo caso, ampararse en que algo no es definitivo para mostrar indiferencia equivale a reconocer prácticamente que nada habría de ser considerado.
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Sin embargo, cuando los clásicos greco-latinos nos conminan a vivir cada momento como si fuera el último dan una enorme consistencia a lo inconsistente, haciendo de ello la base de la plenitud de cualquier posible solidez y cohesión. Una y otra vez se trama y anuda la existencia, y esa actividad poética, creadora, de coser y descoser, va configurando nuestro vivir, sostenido en un plano de superficie suturado y con no poca indefensión. La audacia de desenvolverse en ese lugar que hacemos nuestro mundo exige una atención permanente.
Hay quienes nos ofrecen espacios de relación, verdaderos relatos que propician terrenos para desenvolvernos con algunas certezas y no pocas incertidumbres. El afán y la necesidad de seguridad han requerido lugares de aparente residencia donde con alguna claridad y distinción, algo cartesianas, poder velar de modo razonable por la salud individual y social. Semejante ficción y fabulación no finge trenzar, sino que son modos sensatos de coser y, más aún, formas de la verdad. Ahí nos aposentamos. Sin embargo, bien sabemos que no dejan de ser una intemperie cosida, de retales, percibida de modo acorde como balsa para naufragios, sin dejar de ser una epidermis sometida a las inclemencias del tiempo, a vientos y lluvias incesantes.
Pero no solo somos inconsistentes por esa necesidad prácticamente constitutiva. Lo somos más si la falta de coherencia y de argumentación deshilvana y deshilacha el tejido. Anudado por grandes operaciones y sostenido por enormes desafíos y propósitos, no siempre la urdimbre soporta la trama y no deja de abrirse alguna brecha, alguna herida, ni de avistarse algún precipicio.
No es fácil entretejer lo que nos ocurre con los lazos de un discurso coherente. Ni siquiera muchas veces nos llegamos a comprender bien. Parecemos vernos envueltos en una miríada de hechos, más o menos decisivos, que se diría que nos suceden como cae una lluvia fina o arrecia un temporal. Los empeños por dominar nuestra propia existencia se tropiezan en ocasiones con imposibilidades o incapacidades que nos desalientan. Nos pasa nuestro propio vivir. Cuando eso ocurre, irrumpen los expertos en tejer medidas supuestamente de salvamento que pueden llegar a constituir telas apresadoras, dejándonos finalmente de una u otra manera en alta mar.
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Las ofertas de supuesta consistencia que se proclaman en pleno desconcierto, al tener que habérnoslas con lo que acontece, pueden acabar presentándose como un recurso fácil de supuesta solución, un hilo de salvación al que aferrarse. Es el momento de los brindis y de las promesas, de los visionarios y de los videntes, de quienes parecen conocer perfectamente lo que nos conviene, sin necesitar ponerse en contacto con nuestras efectivas necesidades, ni por supuesto con nosotros. Pero asimismo es el tiempo de discernir, de distinguir, de sobrellevar las inconsistencias, tratando de afrontarlas, sin dejarse seducir por las rápidas salidas y soluciones de quienes aparentan una firmeza y una determinación que se sostienen simplemente en su voluntad o en su deseo.
En tales circunstancias, la mayor consistencia, además del coraje personal, es la que nos entrelaza mutuamente en una búsqueda colectiva, cada quien desde su libertad y su posición, desde su singularidad y determinación, entre otras razones para precavernos de quienes aisladamente pretenden encauzar no solo sus pasos, sino los de todos. Eso no impide, antes bien reclama, que no cese la tarea de enlazar esfuerzos y voluntades, y también razones, para buscar conjuntamente cómo afrontar nuestra fragilidad con la consistencia de proyectos comunes. Pero no lo serán si tratan de eludir nuestra propia inconsistencia olvidando a su vez la suya. Que sean compartidos no les restará ni sentido, ni alcance, sino que les otorgará viabilidad. Y vitalidad.

domingo, 13 de enero de 2013

Represión de la dictadura a "rojas y liberadas"



Rapadas al cero para censurar su 'libertinaje' y purgadas con aceite de ricino para depurar su “alma tóxica”, miles de mujeres fueron exhibidas por las calles y plazas del país durante los años de guerra civil y posguerra. El castigo del franquismo sobre las mujeres fue doble. Por “rojas” y por “liberadas”. La dictadura exigió a las mujeres un exceso de virtud que encarnara un modelo de decencia y castidad que limpiara la degradación moral republicana.
Es imposible determinar el número de mujeres represaliadas a lo largo de la dictadura. Historiadores como Fernando Obregón han documentado la muerte de 116 mujeres en Cantabria desde 1937, cuando la provincia fue tomada por Franco. En Burgos, casi 500 mujeres murieron en la cárcel a manos de los franquistas y en la cárcel de Ventas (Madrid) está documentada la presencia de más de 5.000 reclusas republicanas, a pesar de que su capacidad sólo era para 450 personas.  
Sus historias fueron silenciadas durante años por la ideología oficial del régimen. Sobre ellas recayó  la responsabilidad de “regenerar la patria”. Catalogadas como individuas de dudosa moral, su acceso a la ciudadanía fue castigado ejemplarmente durante la dictadura a través de cárcel, violencia, exilio, silencio o uniformidad.
“La forma de castigar al hombre era el exterminio. Se fusilaba a gran parte de los hombres de una población, por ejemplo. Con la mujer se buscaron castigos más ejemplares. En lugar de ir a por todas, se castigaban a unas pocas de manera pública. La exposición pública del rapado o del ricino marcaba a las mujeres por vida. Un método devastador y efectivo”,explica Raquel Osborne, doctora en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid.
Con el objetivo de recuperar una parte fundamental de la memoria de España y de cubrir la historia de género de las mujeres en el período del franquismo, el Ateneo de Madrid acoge hasta el 10 de febrero la exposición Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad (1930-1980). Una exposición realizada bajo el prisma de la memoria y que recoge diferentes elementos como fotografías, vídeos, cuadernos de escuela o vestidos que muestran la represión física y psicológica de la mujer, muchas veces invisibilizada al hablar de la represión fascista.
“La disciplina histórica, una disciplina bastante patriarcal, hecha por hombres y durante mucho tiempo para hombres, tiene unos elementos de construcción metodológicas que han invisibilizado todo el trabajo o la existencia de las mujeres. En toda la resistencia antifranquista las mujeres tuvieron un amplio activismo de base, pero ese activismo no implicaba hacer de espía en Francia o exiliarse. Eran las hermanas, mujeres o parejas de los actores”, explica a Público la investigadora María Rosón, comisaria de la exposición junto a Raquel Osborne.

Pilar, la hermana del ausente

La represión de la mujer, no obstante, no se limita a la cruda posguerra. Sobre ellas se pretendió cimentar el nuevo régimen nacional católico de Franco. Monjas y falangistas de la sección Femenina trataron de domesticar a las mujeres para ajustarlas al modelo de madres y esposas sacrificadas. Los tres ejes sobre los que se cimentaron su educación resumen el papel que el régimen tenía planeado para ellas: “formación del espíritu nacional, labores y gimnasia”.
“Las mujeres pueden considerarse como los ejes de la dictadura de Franco. A pesar de ser una dictadura paternalista recae un peso enorme en esa idea de mujer como madre, mujer sana y buena esposa. La mujer debía ser una especie 'superwoman' capaz de hacerlo todo: cuidar a los hijos, atender al marido, llevar la casa, ser buena cristiana y conocer la doctrina franquista”, analiza la investigadora María Rosón.
Para crear esta mujer “dócil y casta” al servicio del varón y de la patria, la Sección Femenina de Falange, dirigida por Pilar Primo de Rivera hasta su fin en 1977, recibió el encargo oficial de formar a las mujeres españolas en todos los campos de actuación convirtiéndose en la única organización institucional dedicada a las mujeres durante la dictadura.
“La Sección Femenina de Falange estuvo dirigido todo el tiempo por Pilar Primo de Rivera, la conocida como la hermana del ausente [José Antonio]. Los mandos de esta organización estaban copados por una comunidad demujeres independientes, solteras y sin hijos. Aquí radica su principal contradición, de la que se hace eco la cultura visual presentada y que tiene que ver con el mando, la acción y la masculinidad, muy alejada de los valores tradicionales que promulgaban”, explica Raquel Osborne.

El cuerpo femenino, un bien público

La liberación y el acceso de la mujer a la ciudadanía que se vivió en el mundo occidental en el período de entreguerras, en España tuvo su reflejo durante el período de la II República. Es en este breve lapso de tiempo cuando la mujer consigue acceder a derechos inalienables como la educación, el trabajo, el voto o el divorcio.
La mujer ideal del franquismo, según asevera la catedrática Osborne, se construye en oposición a esta mujer moderna, ciudadana y republicana. “El pecado está siempre presente en la mujer franquista. Su actitud debe regirse por la moral católica más intransigente”, explica.
Fruto de esta mentalidad, el cuerpo de la mujer se convierte, si es que no lo era ya, en un objeto público del Estado. El régimen franquista trata de llegar a los lugares más íntimos de la vida de las mujeres como la sexualidad, las relaciones matrimoniales o hasta el corte de pelo. “El fascismo consigue inmiscuirse en todos esos espacios de la privacidad de las personas”, añade María Rosón, que asevera que sobre la mujer se instaló el triángulo represor de pecado, enfermedad y femineidad.
Las expresiones de esta mentalidad ultra del pensamiento católico llegan hasta la actualidad, tal y como afirma Rosón. 37 años después de la muerte de Franco, el Estado continúa intercediendo en la libertad sexual de la mujer y las decisiones sobre su cuerpo.
Hay ciertas políticas en la actualidad que recuerdan a otros tiempos. La idea del control sobre el cuerpo de la mujer está presente en temas como el aborto y la ley del ministro Gallardón. No obstante, el control formal y moral sobre la mujer sigue estando presente en nuestra sociedad y se percibe en lugares tan comunes como las redes sociales”, analiza Rosón, quien considera que los ejercicios de memoria histórica que plantea la exposición son fundamentales para destapar “la represión” y “recuperar la memoria” de una parte del pasado que fue silenciado.
“Para ver que nuestro pasado está muy presente en la mentalidad del presente sólo hace falta ver imágenes tan contundentes como a Cospedal con mantilla”, sentencia Rosón.



miércoles, 10 de octubre de 2012

Mecánica de muro



Josep Maria Antentas es profesor de Sociología de la UAB. Analiza las estratégias de represión y miedo por parte de los poderes para imponer políticas antisociales y poder cumplir su agenda tras el proceso de descrédito y pérdida de legitimidad del neoliberalismo. Afirma que no existe una conspiración planificada, pero si una minoría financiera que busca subyugar a la mayoría de la población y un cambio de modelo de sociedad. Defiende el anticapitalismo como un imperativo necesario ante la constatación del fracaso del sistema: "Son los procapitalistas los que deben justificar su fe en un sistema que, se ha demostrado, sólo sirve a una ínfima minoría". Afirma que el reto actual está en dotar al anticapitalismo de contenido concreto, con la dificultad de la falta de referentes ante los retos actuales. Explica como el actual es un segundo ciclo de movilizaciones que, a diferencia del movimiento antiglobalización, "echa raíces en lo más hondo de la sociedad". Dice que hay que entender que "los cambios sociales de tipo revolucionario incluyen situaciones de violencia como reacción a la represión de las clases dominantes", pero que esto no es incompatible con defender la no violencia como una estrategia inteligente para desacreditar al poder y ganar apoyo social.

sábado, 6 de octubre de 2012

El fascismo nunca terminó


Y el fascismo habitó entre nosotros

Pedro Luis Angosto 
Durante el siglo XIX las revoluciones burguesas se fueron solapando con las que intentaron poner en marcha las clases trabajadoras. Para los burgueses, la democracia liberal era una meta, su régimen, pero dentro de ella no entraban los más, es decir los campesinos sin tierra, los pequeños artesanos ni los obreros fabriles, cuya única misión era trabajar y callar. Sin embargo, una parte de esa burguesía, de la pequeña burguesía intelectual unida al proletariado más consciente, comenzó a cuestionar ese modelo de democracia excluyente que daba todos los derechos a una minoría poderosa y se los quitaba a la inmensa mayoría. El Estado absolutista –en teoría abolido tras la revolución francesa en una parte de Europa– se puso al servicio de la vieja aristocracia y de la alta burguesía, dos clases en principio antitéticas que no dudaron en mezclar dinero con blasones para apuntalar bien sus privilegios. Las revoluciones obreras del siglo XIX murieron en 1871 en la Comuna, cuando Thiers y MacMahón decidieron arrasar París y fusilar a miles y miles de revolucionarios para ejemplo y escarmiento de las nuevas generaciones. El Estado burgués, que no había acabado del todo con el Antiguo Régimen, utilizó los instrumentos de éste para imponer el dominio de clase.


Durante los años siguientes en España, Italia, Alemania y otros países europeos se produjeron movimientos revolucionarios que terminaron siempre con el asesinato en masa de los trabajadores que en ellos participaban. Fue en 1917, en pleno conflicto mundial, en un país paupérrimo del Este de Europa dónde, inesperadamente, triunfó la revolución proletaria, que de inmediato fue sitiada por los ejércitos del resto de Europa para cortar de raíz una mancha de aceite que temían se extendiera por el resto del continente. Los Estados de la Europa Occidental, representantes de la alta burguesía del privilegio, se emplearon a fondo para acabar con cualquier contagio. Así, en 1919, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, junto a miles de alemanes, eran asesinados por orden del Gobierno alemán. No había marcha atrás, burgueses y aristócratas habían decidido que los modos de Antiguo Régimen les eran muy propicios para sus objetivos y que la represión sin límites era la mejor vacuna contra el “peligro comunista”.  El fascismo había nacido como máxima expresión del capitalismo, y en ese contexto, intentos democráticos como la República de Weimar o la II República española tenían poco futuro, como tampoco lo tenía la, por entonces, medrosa III República francesa. El papel fundamental, decisivo, jugado por la URSS para liberar a Europa de nazi-fascismo hizo que las potencias Occidentales –sobre todo Reino Unido y Estados Unidos– viesen a su aliado como el enemigo más peligroso que jamás había tenido el sistema político-económico por ellos defendido. Tomaron dos decisiones, una, iniciar una política de hostigamiento y acoso a la URSS pese a las insistentes propuestas de Stalin para llegar a un acuerdo internacional; otra, poner en marcha en Europa medidas de protección social que sirviesen de cortafuegos ante un hipotético avance del comunismo. No fue pues, el Estado del Bienestar que hoy desmantelan, una conquista exclusiva de las clases trabajadoras de Europa Occidental, sino también una estrategia política coyuntural debida al temor a la URSS.
Desmantelada la URSS por el cerco de las potencias Occidentales, la carrera armamentística y el anquilosamiento de una nomenclatura vetusta, los dueños del capital y de los ejércitos, una vez comprobado el aburguesamiento y entontecimiento casi general de las clases trabajadoras europeas, más identificadas con su jefe que con su compañero de trabajo, vieron la oportunidad propicia para acabar con aquella concesión disparatada que fue el Estado del Bienestar. Estados Unidos, dónde el “riesgo de contagio comunista” sólo existió en la propaganda oficial dirigida por dos enfermos fascistas llamados Hoover y McCarthy, jamás gozó de ese Estado protector de derechos sociales, sino de otro conformado por la ley del más fuerte, la corrupción admitida y la primacía de los derechos individuales y corporativos de los poderosos sobre los derechos humanos de cualquier tipo, conformando una sociedad individualista, insolidaria, extremadamente religiosa, violenta, obediente, iletrada y patriótica, ello pese a sus brillantísimas minorías disidentes y acomodadas. Desprendidos del temor soviético, los dirigentes de la Casa Blanca –no los que salen en el despacho oval, simples muñecos, sino los que trabajan en sus cimbras– decidieron imponer su modelo a todo el mundo. El objetivo no era ya acabar con el “peligro comunista” sino con esa especie de “rara democracia social” que había nacido en una parte de Europa debido a decisiones coyunturales que desparecida la URSS no tenía sentido mantener.
Ningún lugar más propicio para comenzar a actuar en Europa que el Reino Unido, país famoso por su secular querencia pactista y su modélico sistema de protección social. Margaret Hilda Thatcher, de acuerdo con su colega Ronald Reagan -el actor que fue descartado para hacer de Presidente de Estados Unidos en una película de los cincuenta porque daba risa-, emprendió una ofensiva brutal contra todos los servicios públicos británicos, sanidad, educación, pensiones, transportes públicos, asistencia social y cuanto oliese a derechos sociales, obteniendo su gran victoria –como Carlos I de España y V de Alemania en Mühlberg o Napoleón en Austerlitz– en su enfrentamiento con los mineros de la Trade Union. El final de su reinado coincidió con el desmoronamiento de la URSS y la caída del muro de Berlín. A partir de ahí Europa comenzó a regresar al periodo de anteguerras, pero con una vital diferencia: Enfrente no había nadie. Los avances conseguidos en el camino hacia la unión política y económica de Europa quedaron en entredicho y las cesiones hechas por los Estados –muchas de ellas previa reforma de las constituciones nacionales– no fueron utilizadas para el fin pretendido sino para construir un ente monstruoso en el que ninguno de sus organismos de gobierno y obligado cumplimiento habían nacido de la voluntad popular, sino que eran dirigidos por tecnócratas, burócratas y correveidiles al servicio de las grandes corporaciones, de la libre circulación de capitales, de la privatización de los servicios y derechos públicos y del engaño masivo de una población que calla y rumia: Ni la Comisión Europea, ni el Mecanismo Europeo de Estabilidad, ni el Banco Central Europeo –que es el Bundesbank–, ni la madre que los parió a todos han sido elegidos por el pueblo, sin embargo obligan al pueblo, a todos los ciudadanos a tragar con ruedas de molino, a ponerse la soga al cuello y saltar al vacío y a renunciar –sin motivo alguno– a un modelo de vida que costó mucho trabajo y sacrificio construir.
En esas condiciones, con esa estrategia, y en un tiempo record, las autoridades fascistas europeas –las llamo fascistas porque su modo de proceder es totalitario: No hay otra alternativa que lo que yo mando, y por su origen espurio– han logrado paralizar el desarrollo de los países mediterráneos, dirigir hacia el centro de Europa –a Alemania– la circulación de capitales, empobrecer a la inmensa mayoría de los europeos, llevar hasta extremos peligrosísimos la desconfianza hacia la política y los políticos, crear una casta política –que no incluye ni mucho menos a todos- que vive ajena al pueblo y a los intereses generales, desprestigiar a todas las instituciones democráticas, incluida la propia democracia adulterada, “legitimar” la violencia extrema de la policía “del pueblo” contra el pueblo, embrutecer a la ciudadanía hasta el grado máximo de insolidaridad mediante los medios de comunicación de masas que dominan en régimen de casi monopolio, diezmar todos los servicios públicos, justificar todas de matanzas que, dirigidas por el emperador, se cometen –de momento- fuera de Europa, desindustrializar el continente a base de trasladar empresas a países con economías esclavistas, convertir al ser humano en enemigo de su prójimo, y lo que es peor: Convertir al poder político en un mero transmisor de la voluntad de las grandes corporaciones industriales y financieras que se mueven por el mundo con toda libertad para explotar, empobrecer y asesinar sin que nadie ose hacerles el más mínimo reproche.
Muchos pueden pensar que el fascismo siempre aparece con la misma vestimenta e igual parafernalia, primero grupos que se organizan –dirigidos por algún capitalista “decidido”- para amedrentar a la población, luego grandes desfiles callejeros, concentraciones de apoyo al líder carismático y, por último, el asalto al poder de forma violenta. Y es un error, un tremendo error, el fascismo hoy viste de Prada, puede incluso ser educado y agradable a primera vista, come en nuestra mesa, ve nuestra televisión, que es la suya, y se acuesta en nuestra cama; habla de democracia, pronuncia, llenándola de inmundicias, la sagrada palabra “LIBERTAD” y sin que nos demos cuenta se mea a diario sobre nuestras cabezas sin que rechistemos. El fascismo es la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional, la prima de riesgo, las agencias privadas de descalificación, el Banco Central Europeo, el Fondo Europeo de Estabilidad, el Euro que nos empobrece, los “rescates”, el Banco Mundial, la banca que prestó para especular y hoy –con el apoyo decidido de los gobiernos “democráticos”- quiere recuperar lo que se jugó a la ruleta aunque sea arruinando a millones de ciudadanos y a pueblos enteros; el fascismo está en los medios de comunicación que vemos, oímos y leemos a diario, en la libre circulación de capitales, en la libre circulación de mercancías, en el racismo y la xenofobia crecientes, en los genocidios reiterados perpetrados contra los países que tienen materias primas y combustibles fósiles, en el nacionalismo y en un modo de vida impuesto y contrario al nuesto –el yanqui– que proporciona insatisfacción permanente a la inmensa mayoría de la población, pobreza y totalitarismo.
No, no hay que esperar a mañana, el fascismo de nuevo vive entre nosotros, y a su paso, nos quitamos el sombrero, y lo saludamos con una patética genuflexión. Agraciadamente, esto sólo será una pesadilla que mañana algunos podrán contar desde un mundo mejor, una vez que la casa esté limpia de canallas. Para que eso ocurra es necesario que seamos conscientes de esa realidad y es menester coger la escoba ya, aunque al principio sólo seamos cuatro gatos…: Al capitalismo jamás gustó la democracia.

http://www.nuevatribuna.es/opinion/pedro-luis-angosto/y-el-fascismo-habito-entre-nosotros/20121003111908082021.html

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martes, 18 de septiembre de 2012

¿hasta cuándo creceremos?

Los inquilinos del planeta seguimos creciendo a ritmo incesante. Los recursos son limitados.
Varios expertos de diferentes disciplinas aportan su particular enfoque a una situación que debe ser pensada.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Tristeza

Los mercados ganan totalmente la elecciones en España. Noche triste preámbulo de muchas jornadas ásperas para los más débiles y desfavorecidos.

viernes, 4 de noviembre de 2011

¿NUEVA ERA?

¿Hemos entrado en una nueva era? 
La disminución del peso del dólar, la desintegración de los sueños europeos, la carrera armamentística en Asia y la parálisis de la ONU son indicadores de cambio que anuncian que hemos cruzado una línea divisoria histórica

PAUL KENNEDY                                   EL PAÍS  -  Opinión - 03-11-2011
Un parteaguas es una línea divisoria de aguas, un límite entre dos zonas en las que las aguas caen en direcciones opuestas. La palabra puede emplearse también para describir un fenómeno histórico y político: un hito, un momento trascendental, el instante en el que las actividades y circunstancias humanas atraviesan la línea divisoria que separa una época de la siguiente. Mientras ocurre, son muy pocos los contemporáneos que se dan cuenta de que han entrado en una nueva era, a no ser, claro está, que el mundo esté saliendo de una guerra cataclísmica, como las de Napoleón o la II Guerra Mundial. Pero esas transformaciones históricas tan bruscas no son el objeto de este artículo. Lo que nos interesa aquí es la lenta acumulación de fuerzas transformadoras, en su mayor parte invisibles, casi siempre impredecibles, que, tarde o temprano, acaban convirtiendo una época en otra distinta. Nadie que viviera en 1480 podía reconocer el mundo de 1530, 50 años después; un mundo de naciones-estado, la ruptura de la cristiandad, la expansión europea hacia Asia y las Américas, la revolución de Gutenberg en las comunicaciones. Tal vez fue la mayor línea divisoria histórica de todos los tiempos, al menos en Occidente.
Existen otros ejemplos, por supuesto. Cualquiera que viviera en Inglaterra en 1750, antes de que se generalizase el uso de la máquina de vapor, se habría quedado estupefacto al ver sus usos 50 años después: ¡había llegado la Revolución Industrial! En ocasiones, las transformaciones entre una era y otra son incluso más rápidas, como ocurrió con el épico periodo entre 1919 y 1939. A principios de los años treinta, la democracia estaba desgastada, y la economía mundial, en descomposición, pero ¿quién podía imaginar que eso iba a desembocar en guerra y holocaustos?


¿Y qué ocurre hoy? Muchos periodistas y expertos en tecnología destacan con entusiasmo la actual revolución en las telecomunicaciones -teléfonos móviles, iPad y otros artilugios- y sus consecuencias para los Estados y los pueblos, para las autoridades tradicionales y los nuevos movimientos de liberación. De ello hay pruebas evidentes, por ejemplo, en todo Oriente Próximo e incluso en el movimiento Occupy Wall Street, aunque habría que preguntarse si alguno de los profetas de las altas tecnologías que proclaman la nueva era en la política internacional se ha molestado jamás en estudiar las repercusiones de la imprenta de Gutenberg o las charlas radiofónicas de Roosevelt que oían decenas de millones de estadounidenses en los inquietantes años treinta y primeros cuarenta del siglo pasado.

Cada era está fascinada por sus propias revoluciones tecnológicas, de modo que voy a centrarme en algo bastante distinto: los indicadores de cambio que señalan que estamos acercándonos -o tal vez incluso las hayamos cruzado- a ciertas líneas divisorias históricas en el duro mundo de la economía y la política.

El primer indicador es la erosión constante del dólar estadounidense como divisa única o dominante de reserva en el mundo. Quedaron atrás los tiempos en los que el 85% o más de las reservas de divisas internacionales consistían en billetes verdes; las estadísticas fluctúan enormemente, pero la cifra actual se aproxima más al 60%. Pese a los problemas económicos de Europa e incluso China, ya no resulta fantasioso imaginar un mundo en el que haya tres grandes divisas de reserva -el dólar, el euro y el yuan-, con algunas alternativas menores como la libra esterlina, el franco suizo y el yen japonés. La idea de que la gente va a seguir acudiendo al dólar como "refugio" no se sostiene al ver que el país está cada vez más endeudado con acreedores extranjeros. Ahora bien, un mundo con varias divisas de reserva, ¿ofrecerá más o menos estabilidad financiera?

La segunda transformación es la erosión y la parálisis del proyecto europeo, es decir, el sueño de Jean Monnet y Robert Schuman de que las heterogéneas naciones-Estado de Europa se unieran en un firme proceso de integración comercial y fiscal, primero, y luego mediante una serie de compromisos serios e irreversibles de trabajar para un continente políticamente unido. Las instituciones encargadas de hacer realidad ese sueño -el Parlamento Europeo, la Comisión, el Tribunal de Justicia- ya existen, pero la voluntad política de darles auténtica vida se ha desvanecido, tristemente debilitada por el mero hecho de que unas políticas fiscales nacionales muy diferentes son incompatibles con la divisa europea común. Para decirlo claro, Alemania y Grecia, con sus respectivos historiales presupuestarios, no pueden ir juntas hacia unos Estados Unidos de Europa; pero nadie parece tener la respuesta a esta dicotomía, salvo para empapelar las grietas con más eurobonos y préstamos del FMI.

En otras palabras, los europeos no tienen ni el tiempo, ni la energía, ni los recursos para dedicarse a nada que no sean sus propios problemas. Eso significa que existen muy pocos observadores en el continente que hayan estudiado la que podría ser la tercera gran transformación de nuestros días: la enorme carrera de armamentos que está desarrollándose en la mayor parte del este y el sur de Asia. Mientras los Ejércitos europeos están convirtiéndose en una especie de gendarmerías locales, los Gobiernos asiáticos están construyendo armadas para navegar en aguas profundas y nuevas bases militares, adquiriendo aviones cada vez más avanzados y probando misiles de alcance cada vez mayor. Los escasos debates que hay se centran en el refuerzo militar de China, pero mucho menos en el hecho de que Japón, Corea del Sur, Indonesia, India e incluso Australia están imitando su ejemplo. Si la desaceleración del crecimiento económico, los daños al medio ambiente y el desgaste del tejido social en China empujan a sus futuros dirigentes a hacer demostraciones de fuerza en el extranjero -por ahora, la verdad, sus líderes son muy cautelosos-, sus vecinos están preparándose para responder con firmeza. ¿Alguien en Bruselas sabe -o le importa- que 500 años de historia, que representan el mundo de 1500, están a punto de terminarse? Asia se dispone a dar un paso al frente en el escenario, mientras que Europa se convierte en un coro distante. ¿No será este fenómeno, para los historiadores futuros, otra línea divisoria de inmensa importancia en los asuntos internacionales?

El cuarto cambio es, por desgracia, la lenta, firme y creciente decrepitud de Naciones Unidas, en especial de su órgano más importante, el Consejo de Seguridad. La Carta de la ONU se redactó con sumo cuidado para ayudar a que la familia de las naciones disfrutara de paz y prosperidad después de los terribles males del periodo 1937-1945. Pero la Carta era un riesgo calculado: al reconocer que las grandes potencias de 1945 tenían derecho a que se les concediera un papel desproporcionado (como el veto y el sitio permanente en el Consejo), los redactores, sin embargo, confiaban en que los cinco Gobiernos supieran trabajar juntos para hacer realidad los altos ideales de la institución mundial. La guerra fría echó por tierra esas esperanzas, y la caída de la URSS las revivió, pero ahora están volviendo a desaparecer por el cínico abuso del poder de veto. Cuando China y Rusia vetan cualquier medida para impedir que el repugnante régimen sirio de El Assad siga matando a sus propios ciudadanos, y cuando Estados Unidos veta cualquier resolución para detener el avance de Israel en tierras palestinas, la organización mundial pierde su razón de ser. Y da la impresión de que a Moscú, Pekín y Washington les parece bien.

Hemos visto la disminución del peso del dólar, la desintegración de los sueños europeos, la carrera armamentística en Asia y la parálisis del Consejo de Seguridad de la ONU cada vez que se amenaza con un veto; ¿acaso no indican todas estas cosas que estamos entrando en terreno desconocido, en un mundo agitado, y que, en comparación con él, la visible alegría de los clientes que salen de una tienda Apple con un dispositivo nuevo resulta, no sé, tonta y sin importancia? Es como si estuviéramos de nuevo en 1500, saliendo de la Edad Media hacia el mundo moderno, cuando las multitudes se maravillaban ante cualquier arco nuevo, más grande y más poderoso. ¿No deberíamos tomarnos nuestro mundo un poco más en serio?

martes, 7 de junio de 2011

James Petras II


El Profesor James Petras, analísta politico internacional norteamericano analiza en CX36 Radio Centenario de Montevideo, Uruguay, el fraude socialista Portugués y español a la luz de los resultados electorales últimos. El Profesor James Petras es consultado semanalmente por el Programa Mañanas de Radio.

Transcripción de la entrevista realizada por el periodista Efraín Chury Iribarne vía telefónica entre Montevideo y Nueva York. (Gracias a Mirta Gonzalez, productora del programa Mañanas de Radio) InSurGente.
 http://www.insurgente.org/index.php?option=com_content&view=article&id=7535:james-petras-socialistas-portugueses-y-espanoles-son-agentes-del-fmia&catid=99:mundo&Itemid=529  


Chury: Oyentes ingresamos al panorama internacional de noticias, como siempre el contacto con James Petras.
¡Vaya si hoy es un día que tenemos temas, y variados, para ir al análisis con Petras.
Buenos días Petras, ¿cómo te va?
Petras: Bien, aquí estamos en plena primavera con todo floreciendo y con muchas verduras empezando a producir y estamos contentos, entre flores y verduras sanas, no como en Europa.
Cuando uno cultiva su propia huerta estás en mejor condición que depender de las comidas que vienen de esos lugares donde mezclan químicos y otras cosas que pueden perjudicar la salud. 

Chury: Muy bien Petras. Estamos llenos de temas. Ollanta Humala presidente de Perú, pero hay varias cosas importantísimas en el mundo
Petras:  Sí, hay varias cosas importantes. Perú y Portugal. Empezamos con Perú, donde Ollanta Humala aparentemente, ganó las elecciones.
Y uno tiene que analizar en profundidad porque esta victoria viene de un contexto de un país que ha crecido entre 8 y 10 por ciento en los últimos cinco años.
Que podemos decir que el modelo neoliberal de exportación de minerales no ha tenido éxito porque la mayoría de la gente rechaza el crecimiento dinámico que concentra la riqueza.
Es decir, Ollanta gana en un país donde el capitalismo tenía  desde el ángulo de sus intereses gran éxito. Pero el éxito del capitalismo es a costa del pueblo.
Las grandes empresas mineras están destruyendo el ambiente, perjudicando a los pequeños agricultores, las comunidades indígenas.
Está concentrando la riqueza y aumentando los precios; la inflación que afecta el bolsillo del pueblo, y concentra el poder en la ostentación de la riqueza y eso provoca un tremendo resentimiento y hostilidad a la vez que polarización. Y la polarización es muy evidente.
Los grandes capitales extranjeros tienen sus principales aliados en Lima, donde hay todo una serie de profesionales, comerciantes, clase media acomodada, que actúa como un cinturón de transmisión en la política económica del gran capital extranjero.
Por esta razón Humala pierde en Lima, especialmente en los barrios de la clase media, clase media baja, pero gana enormes mayorías en el interior del país, en las capitales provinciales: Arequipa, Trujillo. Y en eso debemos anotar que el crecimiento dinámico no necesariamente favorece la continuación del modelo y las clases dominantes.
Eso mismo debemos notar en Uruguay y otros países que muestran un gran crecimiento, pero que deja atrás a las grandes mayorías; los trabajadores, los jornaleros, los empleados, todos los que no están vinculados con estos sectores del gran capital exportador.
En este caso entonces, Humala tiene el desafío, ¿cómo se va a enfrentar esta política? Los indicadores son que no va a expropiar ninguna de las grandes empresas.
Lo que va a hacer en el mejor caso, es aumentar la regulación, aumentar tal vez los impuestos y canalizar mayores recursos hacia los pobres. Ninguna transformación económica pero sí un mejor reparto de la riqueza y mayor papel del Estado sobre los problemas ambientales que están destruyendo el ambiente y las tierras y aguas del interior.
Eso creo que debemos esperar. Un gobierno de centro izquierda tibiamente pero sin grandes transformaciones.- Algunas medidas sociales, lucha contra la pobreza, algunas inversiones para generar empleo.
Ahora, entre las fuerzas que apoyan a Humala hay dos cosas que debemos anotar: las bases electorales que son en gran parte la gente más pobre, campesinos, pobladores urbanos, trabajadores, sindicalistas, pero en la cúpula hay asesores más cerca de los capitales nacionales como en el caso de Lula, e incluso Humala tenía asesores que vienen de Brasil y tiene algunos asesores, como un señor Lerma, que está vinculado con sectores financieros de Perú.
Entonces hay que ver la pugna entre la cúpula de Humala y las bases de Humala, qué resultado van a producir.
Chury: Petras, de todas maneras lo de Keiko Fujimori ya era el neoliberalismo  y el capitalismo explícito. 
Petras: Sí, es una continuación de Alan García y tiene todo el equipaje de su padre el asesino y represor.
Ella tenía el apoyo de la burguesía limeña, tenía el apoyo del embajador norteamericano, el apoyo financiero, etc. Pero la división política está muy clara, una polarización de masas versus oligarquía.
Pero quiero complicar el análisis diciendo que entre las fuerzas de Humala no hay simplemente un movimiento de masas; es una alianza de clases incluyendo a sectores poderosos en la clase empresarial.
Las cosas deben mejorar porque Alan García estaba tan entregado, era tan servil a los intereses norteamericanos, que por lo menos podremos ver un gobierno más independiente, en la línea de Brasil y Argentina, opero sin ninguna transformación  al estilo de Venezuela donde se expropiaron algunas empresas, se nacionalizaron otras, etc. Es una política en la línea del centro izquierda brasileño, argentina.
Chury: ¿Saltamos a Portugal?
Petras: Portugal es una elección muy importante incluso  para Uruguay porque muestra cómo un gobierno aparentemente socialista, que cumplió con todas las medidas del Fondo Monetario, provocó una gran reacción, un rechazo, precisamente entre los sectores populares.
El resultado electoral es muy revelador. La primera mayoría la tienen los abstencionistas: 41 % de los votantes no votaron. La derecha consigue menos que los abstencionistas.
Los que ganaron las elecciones, la derecha, con 38,6% y los socialistas cayeron a casi un 27, 28%. Y la izquierda quedó con 13%. Entre los comunistas, los verdes y lo que llaman el bloque de izquierda.
Si uno actúa como derecha, va a servir como un desencanto para los votantes de izquierda. El señor José Sócrates, que no es muy socrático, hizo todo lo posible para satisfacer al Fondo Monetario.
Bajó los salarios, aumentó la desocupación y su argumento al final de cuentas era que la derecha es peor. No puede defender un programa tan antipopular y trata de montar el fantasma de que la derecha es peor.
La derecha es mala y tal vez las medidas más duras van a salir ahora, pero no se puede animar a la gente bajando la edad de jubilación, bajando los pagos de jubilaciones, expulsando a miles de trabajadores públicos, aumentando la tasa de desocupación al 13%. ¿Cómo puedes ganar una elección con un programa y una práctica así? Es el castigo que están sufriendo los socialistas por actuar como la derecha.
La derecha tiene su apoyo, tiene un 40% del electorado garantizado porque son los pequeños y grandes capitalistas, los comerciantes, etc., los que van a tratar de imponer toda la austeridad sobre las espaldas del pueblo.
Pero al pueblo le faltó un liderazgo, un partido que pudiera articular una negativa, decir nosotros no aceptamos eso, vamos a un default, vamos a denunciar nuestra deuda, vamos a salir de la Unión Europea, que los Bancos pierdan el dinero porque lo prestaron a gobiernos que no cumplieron con los programas del pueblo.
No existía una fuerza clara con esta capacidad de insertarse en la masa. Como decía, la izquierda consigue un 13%. La izquierda honesta, consecuente podríamos decir. ¿Y por qué no aumentó más?
Porque en gran parte del electorado sindical y popular, se sienten  engañados por los socialistas, sienten que la izquierda, según entienden ellos, no cumplió con su programa entonces esta masa no sentía que debía ir más a la izquierda otra vez, no sentía que la izquierda alternativa podría mejorar el daño que los socialistas hicieron entonces los socialistas no sólo perjudicaron a sus propios candidatos y partido sino que a partir de su actuación hicieron mucho daño a toda la izquierda y aumentó el desencanto a tal punto que 41% del electorado no votó.
Y si uno analiza dónde la abstención fue más fuerte, está entre los sectores humildes, los que normalmente votan por la izquierda o podrían votar por la izquierda.

Chury: Petras, no me quiero ir de la región ya que estamos hablando de Portugal. ¿Qué ha pasado con el PSOE y todo lo que ha ocurrido en España?
Petras: Bueno, lo mismo pasó el PSOE y el Partido Socialista que fueron muy golpeados en las elecciones municipales porque otra vez el PS hace el trabajo por la derecha, imponiendo programas que generaron 22%  de desocupación y 45% de la gente por debajo de los 30 años.
Por eso la gente no votó el socialismo; votaron con sus pies. Fueron a las grandes plazas en este movimiento de los indignados. Y ahora piden los indignados una gran marcha el 19 de junio, precisamente el día que los socialistas acordaron aumentar la edad de la jubilación, extender y profundizar la privatización y machacar los derechos laborales.
El 19 de junio es el día que los socialistas van a anunciar estos recortes profundos atacando al pueblo. El pueblo no tiene grandes opciones electorales pero sí tiene una enorme capacidad de movilizar millones en las calles para enfrentar estas medidas y el Parlamento y el proceso partidario están muy desprestigiados, particularmente entre la juventud.
Y otra vez el daño que hacen los socialistas frente a la imagen que tiene el pueblo. El pueblo ya no confía en ningún partido, a pesar que el Partido Comunista y la izquierda independiente en España son gente honesta que han sido fieles a sus programas.
Pero frente a esta sombra que tiran los socialistas, gran parte de la juventud dice que "estamos hartos de votar por alguien que nos promete muchas cosas buenas y cuando llegan al poder toman todas las medidas que impone el Fondo Monetario y los Bancos de Alemania y de Europa del norte".
Entonces la lucha en los países ibéricos ahora pasa por la calle, por las grandes marchas y huelgas y confrontaciones. Y tal vez en esta situación alguna alternativa nueva que tenga la confianza de la gente podría emerger.

Chury: Para finalizar quería preguntarte, ¿adónde va Israel con su política de agresión en Oriente Medio? A la luz de los últimos acontecimientos
Petras: Bueno, son dueños de la política aquí en Estados Unidos. Tú sabes que cuando Netanyahu estuvo aquí, fue a hablar en el Congreso y 29 veces los congresistas se fueron, se pusieron de pie para ovacionarlo.
 Ni Lincoln ni Washington consiguieron ovaciones con esta fuerza como el presidente de un país extranjero, el judío Netanyahu.
Estamos colonizados, el Congreso norteamericano no es americano, está bajo el control y dominación de los sionistas y con este respaldo, este control que tiene aquí Israel, no tiene mucha necesidad de tomar en cuenta todos los ataques. Cuando mató este fin de semana 25 personas desarmadas particularmente que vienen de las colinas del Golán, no es gran noticia. Cuando Siria mata a algunos manifestantes, son grandes títulos. Cuando Israel mata, aquí justifican las masacres.
El New York Times,  Financial Times, el BBC, siempre hablan de confrontaciones, que Israel está defendiendo su frontera, a pesar que están matando manifestantes desarmados. Por esta razón Israel va a seguir como el gran delincuente internacional y va a seguir actuando como un agresor y van a rechazar todas las medidas de las Naciones Unidas, porque mientras controle los Estados Unidos no tiene ningún miedo.
Ahora, los judíos israelitas están en gran búsqueda de segundo pasaporte. Hemos recibido noticias de que hay 500 mil israelitas que tienen pasaportes alemanes, a pesar que todos los sionistas atacan a Alemania para extraer mayores concesiones, todos los judíos menos los fanáticos tienen angustia sobre qué hacer en un país tan fanático, tan fundamentalista, tan genocida.
Entonces muchos judíos, algunos que se quedan en Israel pero otros que están emigrando a Estados Unidos, Alemania, Francia...
Y el rabino de Rusia dice ahora que cada año vuelven judíos que emigraron de Rusia y ahora vuelven a Rusia otra vez porque viajan a Israel y encuentran que es más cómodo vivir en Rusia que en Israel, donde cada día hay conflictos entre los fanáticos ortodoxos; entre los sefaradíes y los asquenazis y con los palestinos y con el odio del mundo etc.. Hay una mayor salida de israelitas afuera que entrada ahora.

Chury: Muy bien Petras, un excelente análisis el que has hecho de todos los temas. Te lo agradezco muchísimo en nombre de la audiencia y quedamos invitados para el próximo lunes como siempre.
Petras: Un gran abrazo a los oyentes, las amas de casas, los oficinistas, los taxis, los camioneros y los cadys. Un abrazo