Hay contradicciones e incertidumbres que tienen su aquel por su inercia exagerada para provocar temblores y desconciertos. Arrastran a su paso las formas conocidas del paisaje dejándonos sin aquellos objetos sobre los que depositábamos la certeza de sus nombres.
Cuando se tiene en estima a un personaje público por la fructuosa valentía de sus posturas y el altruismo de sus proclamas ante las injusticias y desmanes de nuestra sociedad hipermoderna, no esperas que se entregue a los oropeles dorados del "enemigo" con facilidad pasmosa. Ya sabemos que el dinero no conoce ideologías, pero ver bajar los brazos a la primera de cambio, cuanto menos, desilusiona y sorprende. Hollywood debe deslumbrar y quizá aturde la mente porque allí la vida parece acontecer muy por encima de la que el resto de los mortales gastamos.
Hace unos años se podía felizmente ver al magnífico actor J. Bardem a quien nos referimos, encabezando manifestaciones voz y pancarta en alto contra la guerra de Irak, realizar campañas por los "Invisibles" o denunciar recientemente la situación de los olvidados del Sáhara, “actuaciones” éstas por las que siempre debería merecer más aplauso y honores que por cualquiera de sus cuidadas interpretaciones en el celuloide.
¿Fueron esos sólo gestos para la galería mediática? ¿Buscaba granjearse el beneplácito de políticos y espectadores? ¿Sus motivaciones sociales de izquierda han cambiado de mano?
Estas dudas no pueden por menos que aflorar a tenor de lo que puede entenderse como un gesto incoherente: dar nacionalidad americana (de acuerdo con su parienta Pe) al retoño que les acaba de nacer. De ella no chocaría nada, pero ¿de él?
Ese inmenso país de contrastes donde nos deciden el traje que hemos de desear, entre otras cosas es admirable por la capacidad comunitaria de sus gentes, por su capacidad de trabajo o por la grandiosidad de sus espacios naturales y la fastuosidad de sus ciudades, al tiempo que es más que despreciable por su desatado carácter belicista, imperialista y capitalista de al menos los últimos 100 años. Sólo la mitad de estos tres “istas” deberían ser más que suficiente para plantarse con determinación y arrojo frente al “entertaiment”, el glamour y el negocio de esa liberal dictadura llamada dólar en la que se les ve tan gozosamente integrados.
Comparando los “show-business” de ambas partes del charco, el barullo mediático patrio que tanto sarpullido les provoca queda en seria desventaja, es mera calderilla, a pesar de haberles mecido la cuna a ambos de cara al estrellato; frágil parece la memoria, snobs sus desagravios (¿será esta alergia extensible también hacia el espectador hispano que se deja algo de paga para ver sus trabajos?...)
Los meticones de la pluma rosa, como apunte cotilla, sugieren que la pareja rechazó el parto en estas tierras porque querían disponer (todo acorde a su estrenada casta) de dos plantas enteras de una clínica madrileña (vamos, que ni los Reyes-vamos, por comparar con alguien cercano). Cada uno emplea sus cuartos como quiere, pero elegir la clínica C. Sinaí -aunque pagada por el sindicato de actores- a 100.000 dólares el parto... en fin.
Fastuosidades y amarillismos aparte, parece que sólo nos queda admitir de pleno derecho a Bardem como otro socio de honor en el club de los incoherentes que la gran mayoría de los habitantes de este descabellado Norte rico conformamos. Aunque por conciencia queramos mantenernos dignamente en la frontera de los mercados o incluso fuera del juego geopolítico, aunque peleemos por denunciar los abusos y gritar contra las desigualdades o actuar contra el desgarro de las injusticias, cualquiera de nuestros movimientos, estando aquí dentro rodeado de incontables comodidades, nos remitirá sin remedio al anudado bucle espiral de las contradicciones. ¿Cómo escapar de su abrazo? ¿Cómo entender que somos parte de su caos y armonía al mismo tiempo?
Quizá sea mejor ponderar los gestos válidos, optar por alentar la convicción de mantener desbrozada la conciencia, afinado el oído y dispuestas las manos para trabajar por cambios pequeños en pos de un mundo más justo y habitable como la premisa más eficaz que debe guiarnos, aunque luego nos desandemos.
Y por hoy habremos de contentarnos con que una vez sonaron gritos de NO a la guerra afeando la cara(dura) de tres políticos viles y malsanos (ahora por Afganistán no se ha escuchado al mismo gremio, debe ser que no es guerra, que no la mueven los americanos, que no es por petróleo...). Esperaremos que con la influencia mediática y los crecidos bolsillos de gentes como Bardem, no falten otros contra causas como la de la pobreza ¿Alzará por cierto su voz en la próxima gala de los Oscar contra las intervenciones americanas en Oriente Próximo, contra los especuladores bursátiles, contra las condiciones a las que someten los USA a países subdesarrollados con aranceles y deudas infrahumanas para su beneficio, gritará contra el comercio de armas que desde allí se promueve o mirará más por sus contratos? Sea como fuere, ¡Ole por lo que fue bueno, que seguro costó lo suyo!
David Gamella
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