Se ha sabido que en la Comunidad Catalana hubo un brochazo de maquillaje en el informe PISA. Se supone que dicha prueba evalúa el nivel de (algunos) conocimientos del alumnado de manera limpia e imparcial. Como estamos es España, esto conviene sólo suponerlo.
Los conclusiones vertidas en primer término por el organismo que analizó los datos, la Fundación Bofill, demostraban de manera escandalosa la adulteración de las pruebas al observar que se quitaron de los exámenes a unos cuantos alumnos emigrantes y repetidores que harían bajar las medias (5,95 % - La OCDE sólo permite eludir a aquellos recién llegados con lengua diferente y que muestren un desfase curricular de bulto).
La Fundación ahora ha suavizado los argumentos y asevera que tampoco fue para tanto. Es decir que han recibido un toque para no afear la conducta de los interfectos.
Todo este juego, con más o menos implicados, renueva la pregunta que desde hace tantos años vengo manejando:
¿Qué pintan los políticos gestionando la educación?
Intervenir una prueba de esta categoría para aparentar más lozanía demuestra una prepotencia, una carencia intelectual, una merma ética y una irresponsabilidad propia de la naturaleza de sus cargos. ¿Cuánto daño hacen estos individuos a sus colegas de profesión que sí se rigen por principios?
Allá donde pisan hay prevaricaciones, estafas, inoperancias, mentiras, abusos de poder, etc.
Su torpeza e incapacidad moral les debería haber erradicado ya de la dirección y control de los organismos públicos que tienen intervenidos y que tanto afectan a los ciudadanos, de los que la educación es sólo una muestra. Ejemplos de fechorías nos sobran. Bastaría rescatar las palabras de ANA MATO sobre los alumnos que no tienen mesas y sillas para estudiar en Andalucía.
¿No existen profesionales regidos por la responsabilidad, la independencia intelectual, el criterio práctico, la operatividad, la honestidad y la gestión inteligente para comandar los destinos educativos en este país?
Me cuesta creerlo.
Me cuesta creerlo.
DG
La noticia:
El Informe PISA de Cataluña no incluyó 150 alumnos repetidores e inmigrantes
Los resultados obtenidos por el sistema educativo catalán no habrían mejorado tanto respecto a 2006 como se estimó en un principio
EFE - Barcelona - 25/10/2011
El Informe PISA del año 2009 referido a Cataluña no incluyó a 150 alumnos repetidores, inmigrantes y de tercero de ESO que deberían haberse examinado, con lo que los resultados obtenidos por el sistema educativo catalán no habrían mejorado tanto respecto a 2006 como se estimó en un principio. Así lo ha considerado hoy el catedrático de Educación Comparada de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Ferran Ferrer, que ha presentado en rueda de prensa en Barcelona una evaluación de las desigualdades educativas en Cataluña, basándose en el Informe PISA 2009, de la Fundación Bofill.
Según el estudio de esta fundación, la muestra de alumnos de Cataluña del Informe PISA 2009 presentaba "algunos déficit importantes", como la menor presencia de alumnado con características que contribuyen a tener resultados más bajos: repetidores, alumnos de tercero de ESO e hijos de familias inmigrantes. De hecho, Cataluña excluyó al 5,95% de los alumnos previstos, superando el 5% marcado por la OCDE para la elaboración del Informe PISA, y, en lugar de los 1.516 alumnos del año 2003 o los 1.527 del 2006, fueron 1.381 los que realizaron las pruebas.
En términos generales, el citado informe internacional constataba en 2009 que los estudiantes catalanes de 15 años tenían mejores conocimientos que los registrados los años 2006 y 2003, especialmente en comprensión lectora. Solo otra comunidad española, Murcia, también superó el citado 5% de alumnos excluidos y, a nivel internacional, Estados Unidos lo hizo también.
Reducción de número de inmigrantes y más
Además, se redujo en la muestra el porcentaje de alumnos inmigrantes y, así, si el año 2006 este tipo de chicos y chicas era el 9,5% en la muestra PISA ya que representaban el 11,9% del conjunto del sistema educativo, en 2009 se limitó su participación al 11,2% en el estudio internacional mientras suponían el 17,5% del total. Los alumnos de cuarto de ESO tuvieron mayor presencia que los de tercero que, aunque pueden tener la misma edad, 15 años, son más maduros a nivel de conocimientos, con un 69,8% en PISA 2006 y un 76,7% tres años más tarde, según datos de la Fundación Bofill.
Estas circunstancias apuntan a que los resultados obtenidos en 2009, y que fueron celebrados como una mejora significativa de la calidad del sistema educativo catalán, no serían tales. También significan, ha apuntado el director de la Fundación Bofill, Ismael Palacín, que los que se obtengan en el próximo Informe PISA no tienen por qué suponer un retroceso, si no se mejora de manera significativa con relación a 2009.
La OCDE no alerta en su informe de que Cataluña, igual que Murcia, incumplió sus requisitos, ya que valoró el conjunto de España, que sí lo hizo, ha precisado Ferrer. Según el estudio de evaluación de las desigualdades educativas en Cataluña elaborado por la Fundación Bofill en base a PISA 2009, el impacto del estatus socioeconómico y cultural sobre los resultados de los estudiantes es menor que en la mayoría de los países analizados.
Sin diferencias entre público y privado
Las diferencias de puntuación en comprensión lectora entre centros de titularidad pública y privada desaparecen en Cataluña cuando se tiene en cuenta el efecto del nivel socioeconómico y cultural del alumnado y de los centros. También constata que la concentración de alumnado de origen inmigrante en algunos centros es un factor que tiene incidencia sobre las dinámicas escolares y que puede afectar al conjunto de los alumnos, pero no de manera relevante en sus compañeros autóctonos.
Por lo que se refiere al fracaso escolar, el porcentaje de alumnos de bajo rendimiento en Cataluña se sitúa en niveles similares a los de Holanda, Australia o Japón, entre el 15% y el 12%, por debajo de la media de la OCDE, aunque en el caso catalán tiene un marcado perfil socioeconómico y cultural bajo. Ferrer ha argumentado que el alumnado en riesgo de fracaso está concenrado en menos centros, mientras que los de alto rendimiento están más repartidos.
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