viernes, 16 de diciembre de 2011

Minitrabajos


Como una cascada inalterable, la manada de bombas de racimo que los destructores institucionales sirven a diario contra la población civil, salpican, empapan y finalmente enfrían los tuétanos del alma. Son jarros fríos de desechos, oleadas fecales que exudan sus mentes para chapotear en negro los días de aquellos llamados a ser la masa sucia de cada Estado. Las campanas suenan a la refundación del feudalismo, pero sin la protección del noble señor. 
Cada mañana, fieles como cualquier insaciable integrista, lanzan sus titulares por la cloaca tecnificada de los medios informativos, de cuya radiación dificilmente podemos escapar. Los mensajes, armados con varios kilotones de hedor amoral y metralla financiera, traducen a jirones las carnes damnificadas, reparten condenas, siembran humo radiactivo, deslavazan cualquier atisbo de ilusión e irrumpen cual tsunami sobre las esperanzas sociales. Los alimentos, las ropas, los utensilios y el propio aire vienen barnizados con su shock. Su propagación es inmediata y paralizante, eficaz y perversa, edulcorada y militante, permanente y acatada como justa, necesaria e inapelable por los capados destinatarios.
Cada día renuevan la sorpresa, refinan el mensaje, afinan la puntería. Cada minuto sus bulldozers tienen un metro menos que ganar. Cada uno de sus frentes de batalla merman los derechos, decoloran los cabellos, delimitan los caballos y degluten la insurrección, hasta hacer que sus recortes sean asumidos como un descabello inevitable, una donación de sangre a fondo perdido en la casa de un vampiro, un ajuste en el cinturón que nos han trasladado al cuello.
Mientras se escribe por entregas el argumento de la farsa Urdangarina (te ha tocado ser pantalla de show, chaval) para complacer al populacho, se apartan las luces de los miles de bacterias similares que parasitan sus finanzas a espaldas de la ley dispuesta para los pobres, donde sus dividendos empachados de ceros, tan inmundos como sus desconocidos creadores, superan en un 80% a la economía que se hace palpable en la comedia de los telediarios. Su riqueza virtual se mantiene invisible gracias las fogatas que montan sus avalistas políticos en cada uno de los Estados, quienes acatan, rinden pleitesía y reverencian como serviles matarifes a sueldo (llamadas pensiones vitalicias, prebendas, peinetas y consejos de administración, visas, business, etc.)
En la otra cara del papel de lija, donde hay roce y herida, un nuevo invento llamado a esperimentar, nos aprieta contra el gramaje. Lo han denominado los "miniempleos", idea por otra parte propia de un minicerebro con miniconciencia y minihumanidad. La idea es sinónimo de minisueldo, miniderecho, minidignidad, miniposibilidades, minioportunidades, minirespeto, minihumanidad, miniautoestima, minitú. Y que tiene como contrapartida un maxibeneficio, maxipoder, maxidesigualdad, maxiopresión, maxiignorancia, maxiderrota, maxiexplotación, maxiprecariedad, maxideficiencia, maxideunospocos, que viene a ser el objetivo ideal de los últimos tiempos. A pesar del terror que acarrean los silbidos de caída, a pesar de los daños equitativos que asumiremos los de siempre, a pesar de las fatales consecuencias para las generaciones venideras, hay un gran masa aun aborregada que no quiere alteraciones del sistema mientras tenga el calor de la lana circundante, muchos instalados que desechan cambiar de balido, que piden más paliativos (cuesten lo que cuesten) y llaman pedorro aguafiestas al que se rebela.
Camino como vamos de la privatización de las moléculas de aire, de las nubes que nos riegan los campos, de la luz solar, del canto de los pájaros, del rocio de los montes, de la voz en la palabra, de la esperanza de vida o de la compasión y la empatía (todo es cuestión de que se lo sugieran a la condesa ejecutora madrileña) en breve veremos como éstos y trozos aun más grandes serán injeridos como si nada por las tragaderas sociales, que convenientemente anestesiadas, están ya dilatadas cual agujero negro para lo que se precie.
Pronto hago las maletas.
DG

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