En los últimos tiempos parecía que Valencia era únicamente un criadero furtivo de gaviotas y ladrones institucionales, amparados por el voto cómplice y chusquero del TDT Party. Parecía que la impunidad era un ingrediente más de toda esa paella y que las explosiones habituales de sus calles, simbolizaban a ciudadanos inmolados que no soportaban más tanto escarnio. Parecía que los litros de anestesia corrían por las calles como las lluvias de la incontrolada gota fría. Parecía que sólo pueden ser quemados los muñecos recién pintados, en vez de las mentes acartonadas y enmohecidas de los señoritos por falta de poesía. Parecía que todos aceptaban el mismo traje sastreado de la razón cínica y esquiva.
Que gozosa decepción ver las calles llenas de ruido juvenil, de libros alzados, de negativas frente al miedo golpeado. ¡Que bueno.! ¡Qué bueno!
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