El laberinto Español por Camilo Alzate
¿Hubo jamás un pueblo como éste, cuyos dirigentes hubieran sido hasta ese punto sus propios enemigos?
"Por quién doblan las campanas", Ernest Hemingway
Tal es el título que Gerald Brenan[1] escogió para su obra cumbre, que hoy deviene en clásica. Recreada en la fractura con el consiguiente desgarramiento que supuso la entrada de España en la modernidad, Brenan nos alumbra una apertura que simulaba la de una nación ciega entre un enredijo de contradicciones aparentemente insalvables, de conflictos irreconciliables que sumieron la nación ibérica en una confrontación aterradora: la Guerra Civil.
multitud de hispanistas que se acercan a la historia española del siglo XX, parte de un supuesto bien simple: valorar una serie de tendencias sociales y hechos de corte político-económico, que hacían “inevitable” el choque de dos Españas contrapuestas durante la segunda república. Todo el desarrollo político y económico desde mediados del siglo XIX hasta los años 30 acumulaba una tensión galopante. Al final, una pléyade -¿o deberíamos decir un caos?- de fuerzas ideológicas, militares y políticas se revelaron como la manifestación esencial de un proceso hondo tan original como trágico. Brenan, a quién nadie en su sano juicio acusaría de marxista y mucho menos de ortodoxo, aplica sin embargo un método bastante similar al del filósofo de Tréveris: observar la complejidad de los sucesos históricos no como azares o voluntades, sino como fuerzas materiales reales, sujetas a normas, a ciclos, a leyes objetivas.
Brenan deja bastante claro como el crack económico de 1929 afectó de manera drástica la economía española, sirviendo de caldo de cultivo para la confrontación. El paro rural, hijo del latifundio, se convirtió en un problema para la paz social: Andalucía y Extremadura eran polvorines que ardían cotidianamente. El movimiento obrero se hizo fuerte en los distritos industriales y ciudades como Barcelona eran ingobernables. Subidas en el costo del trigo, el desempleo continuo, el hambre y una agitación permanente fueron la música trágica que sirvió de obertura a los tiroteos.
Dos situaciones se repiten igual que durante la coyuntura analizada por Brenan, aunque las circunstancias hayan cambiado. La primera es la agudización de los tradicionales conflictos nacionales al interior de la “España única e indivisible” que el franquismo legó; el auge del nacionalismo Vasco y Catalán no es meramente casual en tiempos de crisis, ni casual será que se abra un periodo marcado por el vacío de poder aprovechado por fuertes sectores políticos ávidos de lograr mayor autonomía o incluso la independencia. Paradójicamente, la historia ha hecho invertir los nacionalismos creando situaciones similares pero a la vez inversas a la de los años 30: los vascos giran a la izquierda mientras el nacionalismo Catalán es usufructuado vergonzosamente por la ultraderecha, algo que hubiera hecho saltar de rabia al ilustre Luis Companys.
La segunda similitud consiste en el caos político que afecta principalmente a las izquierdas, pero también al bloque dominante dividido en sus entrañas, como quedó en evidencia con las críticas que José María Aznar –expresión de lo más retrógrado dentro de la sociedad ibérica- arrojó al “moderado” Rajoy del también derechista Partido Popular, debido a su supuesta falta de firmeza para embestir a las clases trabajadoras[2]. Los estallidos multitudinarios del 15 de Mayo y sucesivos revelaron un enorme caudal de inconformidad popular que lamentablemente se diluye en la dispersión de incontables fracciones, grupos y tendencias incapaces de cohesionarse para hacerle frente al proyecto arrasador del gran capital. Brenan resalta una tras otra vez ese carácter localista y provinciano del temperamento Español, esa dispersión constante, a la que atribuye en parte las pugnas permanentes entre los distintos sectores de la izquierda durante la Guerra Civil.
Muchos aspectos hacen, por otro lado, inabarcable la situación actual. Todo se encuentra muy lejano de esas dos Españas heridas en barricadas aunque su recuerdo viva latente: estamos ante una nación urbana y modernizada, dependiente en absoluto de los flujos internacionales del capital, desangrada por los bancos europeos en contubernio con las élites locales herederas de varias décadas de dictadura. Los mismos que iniciaron una guerra fratricida, que nunca pidieron perdón por los fusilados que sepultaron en las orillas de las carreteras y que arruinan premeditadamente al que antes fuera un país próspero.
La historia no es un libreto escrito de antemano, siempre nos sorprende por las vías más inesperadas. Por eso el mundo se aterra que, con 6 millones de desempleados en el horizonte, una economía sumergida en la completa ruina y un régimen político empeñado en “latinoamericanizar” el país en tiempo record (privatizaciones masivas, recortes, tijeretazos, austeridad), la nación no se haya roto en mil pedazos. Apenas si hay violencia en sus calles. Muy poca delincuencia para una situación tan angustiosa. España no es Grecia, afirman algunos con orgullo y otros con lástima. Pero el camino a Grecia pasa por Portugal, nación a la que el Presidente Rajoy imita peligrosamente con más y más medidas de austeridad.
Europa y el mundo ponen sus ojos en la tierra de Cervantes, de la que depende en gran medida el “contagio” de la crisis capitalista, a cada nuevo día más generalizada. Desde el primer olivo de los campos andaluces hasta la última oveja de Castilla saben que las medidas adoptadas sólo agravarán la crisis. La salida a este contemporáneo laberinto español no estará, evidentemente, atravesada por las urnas: ese es el nudo gordiano de la confusión cómo reconoció Simon Nixon, un comentarista de Wall Street a propósito de las pasadas elecciones presidenciales, con una sinceridad criminal cubierta de cinismo: “Cuándo los votantes acudan a las urnas el 20 de Noviembre, el destino de España ya podría haber sido decidido en otro lado”[3].
Incluso, quizá con 6 millones de parados en perspectiva España no reviente como otros quisieran ni de la manera que se espera. ¿Se desintegrará la España única e indivisible fraguada por Franco y sus matones? ¿Desembocará la peor crisis económica de la historia Española en una fractura y confrontación igual a la de 1936? ¿Volverá la nación ibérica a los tiempos del atraso, del hambre y de la emigración masiva?
Quién busque respuestas universales para una de las coyunturas más particulares y originales de la actualidad caerá en el mismo error rotundo de todos los que intentaron aplicar recetas extranjeras a la crisis española de los años 30. Los primeros equivocados son, lógicamente, los nietos del fascismo hoy en el poder, aferrados a lógicas caducas que demostraron sobradamente ser un fracaso en América latina. En esta ocasión tanto los que rezan el dogma neoliberal al pie de la letra como aquellos que quieren editar una versión en castellano de las revoluciones árabes deberían recordar la máxima de Gerald Brenan, convertida en terrible amenaza: Spain is diferent.
Camilo de los Milagros, 01.02.2012
[1] Gerald Brenan, “El laberinto Español”, Editorial Planeta, 2008.
[2] Antonio Álvarez Solís, “el desbarajuste”, Disponible en: http://iniciativadebate.org/2012/01/30/el-desbarajuste/
[3] Simon Nixon, “Spain is no longer master of its economic destiny”. Disponible en: http://online.wsj.com/article/SB10001424053111903520204576484403953556220.html
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