domingo, 12 de febrero de 2012

VICENÇ NAVARRO. Reformas que nada forman

Nuevamente Vinceç Navarro refiere con lucidez las consecuencias de las reformas destinadas a enquistar los problemas laborales, económicos y sociales de nuestro Estado, tirado sobre la mesa de disecciones.

"Continuar esperando es injusto para los
millones y millones de personas que están sufriendo como
A no ser que se explore lo inexplorable,
consecuencia de tales políticas neoliberales de austeridad (...) 
el Estado español continuará imponiendo políticas en sentido opuesto
a lo que debería hacerse, y terminaremos en una Gran Depresión. Y
si no se lo creen, continúen esperando y lo verán."


PORQUE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA NO SE RECUPERARÁ
10 de febrero de 2012

Para un estudioso de la realidad económica de los países de la
Eurozona (que no esté absorbido por el dogma neoliberal dominante
en los mayores “fórums” financieros y económicos) es fácil ver cuáles
son los mayores problemas que existen en esta zona monetaria,
problemas precisamente creados por las políticas neoliberales
impuestas por las instituciones que dominan la gobernanza de tales
países, tanto en su esfera financiera como en la política. 
Uno es el problema de la demanda, es decir, de la escasa capacidad de
consumo de la mayoría de la población. Esta escasez de demanda
contribuye en gran manera al escaso crecimiento económico de los
países de la Eurozona. Y otro problema es que los Estados, que en
este momento están endeudados hasta la médula, tienen escasos
recursos para llenar el vacío creado por la escasa demanda en el
sector privado.
El endeudamiento de los Estados no se debe a su “excesivo” gasto
público –como los neoliberales continúan acentuan- sino a sus
limitados ingresos, resultado, no sólo del escaso crecimiento
económico, sino también de las ayudas millonarias a los bancos y a
las enormes reducciones de impuestos que ocurrieron en estos
países, reducciones que beneficiaron, sobre todo, a las rentas del
capital de las cuales derivan la mayoría de ingresos los sectores más
adinerados de la población, es decir, los súper ricos. Estos súper ricos
se han estado forrando de dinero invirtiendo en actividades
especulativas (creando burbujas, bien sea inmobiliarias, bien de
alimentos, bien sea de lo que sea) y comprando deuda pública a unos
intereses hiperbólicos y exagerados.
Ahora bien, ha llegado el momento de que los fondos donde los súper ricos invierten su dinero
–los bancos, las compañías de seguros, sus pensiones privadas, los
fondos de alto riesgo y otros instrumentos (todo ello conocido como
el capital financiero)- tienen también un problema grave: han
comprado deuda pública a unos intereses exagerados muy
beneficiosos para ellos, pero lo han hecho tanto, que en estos
momentos su propia viabilidad depende de que estos intereses se
paguen (o que otros bancos compren los bonos públicos que tienen).
Y el pánico les entra cuando comienzan a sospechar que tal vez los
Estados no puedan pagarles. Y ello está ocurriendo ya en Grecia, y se
está extendiendo a otros países de la Eurozona. De pronto, parece
que tendrán que reducir sus ganancias y comenzar a acumular
pérdidas.

¿POR QUÉ LOS BANCOS DUDAN DE QUE LOS ESTADOS PUEDAN
PAGARLES LO QUE LES DEBEN?

La respuesta a esta pregunta clave conlleva una cierta esquizofrenia.
Por un lado, los llamados “mercados financieros” creen que las
cuentas de los Estados se están desmadrando, es decir, que tienen
déficits públicos muy altos, y las finanzas públicas colapsarán. De ahí
su insistencia en que los Estados tienen que reducir sus déficits
públicos a fin de que los bancos les tengan confianza de nuevo. Es lo
que se conoce como “recobrar la confianza de los mercados”.
Pero (y es ahí donde aparece la esquizofrenia) cuando se hacen
recortes de gasto público, se baja la demanda y el crecimiento
económico y se reducen los ingresos al Estado, con lo cual,
paradójicamente, el déficit público, en lugar de bajar, continúa
subiendo. Es lo que pasa en Grecia (y en España). La estupidez (y no
se puede decir de otra manera) de reducir el gasto público en
tiempos de recesión está llevando a un suicidio económico. Y los
bancos comienzan a ser conscientes de ello. De ahí que ahora tengan
dudas de que los Estados con el crecimiento tan bajo, e incluso
negativo, puedan reducir su déficit. Y llevan razón en esta
percepción. Es imposible crecer económicamente con las “políticas de
austeridad” que los Gobiernos españoles (de Zapatero y de Rajoy) y
europeos están llevando a cabo.
Se ha establecido así un círculo vicioso. Los bancos presionan para
que haya recortes para reducir el déficit de los Estados, pero cuando
ello ocurre, baja el crecimiento económico, con lo cual, los Estados
dejan de ingresar recursos y aumenta el déficit. Se ha creado de esta
manera tal parálisis, que los bancos incluso han dejado de comprar
deuda pública, pues ya no se fían de nada ni de nadie. Y cuando
reciben más de 500.000 millones de euros (que el Banco Central
Europeo les regala, es decir, se los da sin ninguna condición, a un
ridículo interés del 1%), lo primero que hacen los bancos es
guardarse el dinero (depositándolo en el BCE para que se lo guarde).
Mientras, el crédito al ciudadano y a la mediana y pequeña empresa
brilla por su ausencia. Las grandes empresas, sin embargo, no tienen
ningún problema de crédito, pues tienen más dinero de lo que se
puedan gastar. En aquellos países como España, donde la mayoría
del empleo lo crean medianas y pequeña empresas, la economía está
cayendo en picado y el desempleo está subiendo.

¿CÓMO SE ARREGLA ESTO?
En primer lugar, interrumpiendo las políticas neoliberales que han
causado el problema que se está imponiendo (utilizo este término
porque cada una de ellas es altamente impopular). El hecho de que
se mantengan y continúen imponiéndose es porque benefician a unos
intereses muy poderosos, incluyendo la banca y las grandes
empresas, que están consiguiendo lo que han deseado siempre:
debilitar al mundo del trabajo y privatizar el Estado del Bienestar.
Lo que hay que hacer es precisamente lo opuesto, tal como ocurrió
en otras ocasiones en que las economías estaban en Recesión y
Depresión. Las recesiones de principios del siglo XX (la Gran
Depresión) y la existente al final de La II Guerra Mundial en Europa
se solucionaron a base de unas políticas expansivas de gasto público,
con el objetivo de crear empleo. Los Estados pueden generar
recursos imprimiendo dinero y gravando a los sectores más pudientes
de la población, que obtienen la mayoría de sus ingresos de las
rentas del capital, que se gravan mucho menos que las rentas del
trabajo. Y con este dinero pueden crear mucho empleo a través de
inversiones públicas, tanto en infraestructuras fiscales (necesarias
para el desarrollo económico), como sociales (necesarias para
garantizar el Bienestar social de la población). Si España tuviera la
política fiscal de Suecia con sus políticas de recursos humanos, el
Estado español ingresaría 200.000 millones de euros más, creando
cinco millones de puestos de trabajo, consiguiendo que los empleados
en el Estado del Bienestar (sanidad, educación, escuelas de infancia,
servicios domiciliarios, servicios sociales, vivienda social, entre otros)
pasarán de ser de uno de cada diez adultos (como hoy, uno de los
más bajos de la UE-15), a uno de cada cuatro, como en Suecia.
Existe una gran urgencia en que el Estado (ya sea central, como
autonómico o local), cree empleo en los servicios públicos del Estado
y, muy en especial, en los servicios del Estado del Bienestar, que
están subfinanciados y donde hay gran escasez de recursos humanos.
Pero, además de ello, los Estados tienen que establecer bancas
públicas (en lugar de continuar ayudando a la banca privada) que
garanticen la disponibilidad del crédito. Con el dinero que se han
gastado ayudando al capital financiero privado podrían haberse
establecido bancos públicos que garantizaran la disponibilidad del
crédito.

¿PODRÍAN LLEVARSE A CABO TALES POLÍTICAS EXPANSIVAS EN
ESPAÑA? ¿LO PERMITIRÍA LA UNIÓN EUROPEA?
Y ahí está el “quid” de la cuestión. Cuando uno propone medidas
expansivas (y lo he estado proponiendo desde el inicio de la crisis), la
respuesta inmediata es que esto no puede hacerse en el ámbito de
un solo Estado. Pero ello no es cierto. Vemos los datos. Y ruego a los
que estén en desacuerdo que provean otros datos. El Gobierno
español podría haber hecho muchas cosas diferentes, incluso en las
coordenadas existentes hoy. Por ejemplo, en lugar de recortar 600
millones de euros en los servicios domiciliarios, destruyendo empleo,
se podrían haber ahorrado estos fondos (evitando la destrucción de
empleo) y continuar financiando los servicios domiciliarios a base de
reducir el subsidio público a la enseñanza religiosa en los centros
públicos, que significa un gasto incluso mayor. O en lugar de reducir
los salarios y el empleo público, se podrían conseguir muchos más
fondos haciendo que las rentas del capital se graven al mismo nivel
que las rentas del trabajo o prohibiendo las transacciones en metálico
por encima de 1.000 euros, y así disminuir el fraude fiscal. De esta
manera, el Estado se ahorraría incluso más millones que los que se
consiguen con los recortes sociales, y con estos fondos se podría
Ni que decir tiene que la salida de la recesión podría facilitarse si se
hicieran políticas expansivas a nivel de toda la Unión Europea, o al
menos a nivel de la Eurozona. Esta sería mi solución preferida. Pero
no veo que ello ocurra en las coordenadas políticas actuales y
futuras. El BCE y la Comisión Europea, además del Consejo Europeo,
están empapados del dogma neoliberal que refleja el enorme poder
que el capital financiero y la gran empresa tienen en ellos. Incluso la
“nueva” socialdemocracia continúa estancada en esta sabiduría
convencional neoliberal. Como bien señala el economista George Irvin
de la Universidad de Londres, en “Social Europe”, es frustrante ver al
PD, el Partido Demócrata Italiano (una de cuyas raíces es el que fue
el Partido Comunista Italiano) apoyando las políticas de austeridad
del mal llamado tecnócrata Monti (un banquero ultraliberal) o el
candidato socialista francés François Hollande, presentarse como un
parangón de la rectitud fiscal, o al laborista Ed Ball (encargado de
temas económicos en el partido de la oposición) indicando que si el
Partido Laborista recupera el poder mantendrá los recortes de David
Cameron, o al Partido Socialdemócrata alemán evitando
comprometerse en políticas expansivas a nivel europeo, por no hablar
de la socialdemocracia española que hasta el día de hoy no ha hecho
ninguna propuesta de políticas expansivas, siendo su única propuesta
la de disminuir la intensidad y la rapidez de los recortes. Sería de
desear que la enorme crisis que está ocurriendo en la Eurozona
hubiera dado pie a un cambio profundo de sus propuestas políticas,
pero ello no está ocurriendo. 

Continuar esperando es injusto para los
millones y millones de personas que están sufriendo como
consecuencia de tales políticas neoliberales de austeridad.
De ahí que las izquierdas deberían considerar iniciar una reflexión y
debate sobre la conveniencia de que España salga del euro. Suecia,
que está en la Unión Europea, está saliendo de la recesión (con un
crecimiento de un 3%) mejor que Finlandia, que tiene el euro. De
nuevo, esta no sería mi primera solución, pero lo que no es tolerable
es que a España se la condene a perpetuar la situación actual, en la
que el 48% de jóvenes están en el paro. De todos los escenarios
posibles, la situación actual es la peor. El debate en sí puede reavivar
la búsqueda de alternativas a las políticas actuales, además de
reforzar la postura de España en sus negociaciones con las fuerzas
neoliberales que dominan la Eurozona, pues lo último que éstas
desean es que los países que despectivamente llaman PIIGS (cerdos
en inglés) se salgan del euro: ello significaría un enorme desastre
para sus bancos (cuyo comportamiento contribuyó a la crisis que
estos países están sufriendo). A no ser que se explore lo inexplorable,
el Estado español continuará imponiendo políticas en sentido opuesto
a lo que debería hacerse, y terminaremos en una Gran Depresión. Y
si no se lo creen, continúen esperando y lo verán.

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