La tarea de educar exige tener bien
dispuestas las huestes de la escucha, por ser una de las más eficientes
aliadas docentes en los tiempos que corren. Ésta pauta fue sin duda
la que sirvió de fuerza generatriz para el Proyecto “Árbol de la Educación” desarrollado junto a los alumnos de 4º curso del Grado de EDUCACIÓN SOCIAL, dentro del ámbito de creación aplicada de la materia “ARTE E INCLUSIÓN SOCIAL”.
La asignatura en cuestión está diseñada
para invitar a los alumnos a llegar al menos a la antesala de la
experiencia estética y reconocer los incontables recursos que
puede brindarles la expresión artística para el desarrollo de sus
cometidos sociales.
Impartir esta enseñanza implica atender a
dos condicionantes insoslayables: la falta de contacto básico con
cualquier tipo de experiencia artística, es decir, se desconocen
las potencialidades cohesivas, expresivas, emocionales y educativas que
alberga la creación estética; y por otra parte el escaso tiempo para
tratar de subsanar dicha cuestión. Esto lleva al planteamientos
didácticos de choque y profundización “a marchas forzadas”.
La semilla
Tras comenzar centrando las clases en
ejemplos plásticos significativos dentro del entorno social, fruto de
cuya participación la inclusión se había visto favorecida, significada y
visibilizada, el nivel de “desconexión” hacia tales causas y efectos se
fue evidenciando paulatinamente. La lejanía teórica para quien
desconoce la bases creativas del arte, de la expresión emocional
plástica o sus procedimientos, certifica la lógica falta de “enganche”.
Un día alguien, en uno de los forzados
debates de aula, comenta “por debajo” que lo más cercano que sentía a la
exclusión era su experiencia como alumno del Grado de Educación Social.
Aunque fue un comentario apenas audible para todos los
presentes, sirvió como punto de apoyo para dar un giro en el rumbo de
las propuestas didácticas planteadas para el cuatrimestre. Ya no era
necesario centrarnos en aportar hipotéticas soluciones para los
diferentes colectivos sociales en riesgo de exclusión social. Ahora
el material de trabajo serían sus propias creencias, sus emociones y su
necesidad de cambiarlas mediante la participación de acciones artísticas
significativas, lógicas y adecuadas a su presente.
El mero hecho de recanalizar estas ideas y
malestares por los caminos de la creación y los juegos simbólicos del
arte, serviría para reconsiderar aquellas creencias y supuestos, para
repensar otras opciones y comprobar cómo otro tipo de soluciones pondría
de manifiesto que es posible desmontar las certezas impuestas por las
experiencias pasadas.
Esto es lo que ha perseguido el Proyecto del Árbol de la Educación.
Nace de la necesidad de los alumnos de cuarto de hacerse presentes al
resto de alumnos del Centro con una propuesta que lleve a éstos a
acercarse al ámbito inclusivo del trabajo social. El tema elegido fue el
más cercano a su realidad diaria: La Educación y su futuro
como profesionales del sector.
De todos es sabido el desplome de
nuestros porcentajes en los baremos internacionales, la valoración
social de la labor docente frente al criterio impuesto por la economía
y manejado por la política, la hoja de ruta de recortes, el
estancamiento procedimental de la didáctica obcecada en unas prácticas
que fueron propias del siglo XIX (incluso con la participación de la más
fogosa tecnología) o el increíble consentimiento generalizado hacia la
exclusión de la creatividad, la expresión personal estética o las
potencialidades del aprendizaje intuitivo y placentero dentro todos los
espacios educativos actuales.
Preparando el terreno
Se buscaba por tanto poner de manifiesto
una realidad social que nos compete a toda la Comunidad Educativa,
hacerse visibles para el resto de integrantes de la misma
como promotores de la idea y hacerlo mediante una herramienta simbólica y
estética como es el arte.
Dada esta necesidad se propuso una acción
conjunta (con la que hacer sentir “in situ” a los alumnos de cuarto la
potencialidad movilizadora de la experiencia artística en el ámbito
social) que nos agrupara ante las fuerzas sutiles de lo metafórico (esto
es, sin la necesidad de recurrir a arengas, ni mítines, ni discursos
altisonantes) en la que fuéramos capaces de hacer partícipe a mucha
gente con una vía de expresión estética que además dejara constancia
referencial (con una obra) de lo acontecido.
Para desarrollar el Proyecto se buscó un
soporte adecuado para albergar la acción artística colectiva y se
diseñaron los materiales, la difusión y la puesta en práctica de
las ideas. Todo se hizo de manera consensuada y asamblearia. La elección
del árbol situado frente a la cafetería obedeció a dos razones; la
primera por su ubicación céntrica y de paso obligado para toda la
comunidad educativa y la segunda por las simbologías que propicia
trabajar con un elemento sin vida. Es esta idea uno de los puntos
conceptuales fuertes del trabajo.
Con estas premisas proponemos entonces
reanudar la vida del árbol muerto, anudando a su tronco cintas (repletas
de color y recicladas de otro trabajo) que además llevan un mensaje
inscrito (el acto de expresar deseos, de proponer prerrogativas nos
conecta con una tradición ancestral) con el que se convierte el antes
árbol en un totem lleno de símbolos (coronado además con una punta de
lápicero -extraido de un resto talado del propio árbol- que refiere
simbólicamente el contenido temático de dichos lemas) capaz
de resignificar un espacio comunitario, dotarle de un nuevo sentido
mediante la acción compartida de los alumnos creadores del proyecto y
del resto del Centro.
Para
invitar a la participación se diseñaron carteles, se buscó un día
propicio en lo climático, se preparó un cuento alegórico, se organizó un
plan de difusión por las aulas y las redes sociales y se preparó una
banda sonora musical para el día de la acción. Para hacer más efectiva
la difusión del evento, además estas acciones, valoramos la posibilidad
de hacerlo vía Whasapp, dado que todos los alumnos del Centro
comparten aplicación, pero dada la complejidad de hacer un grupo global,
se descartó. También pensamos en usar twitter y el mail del Centro,
pero dada la premura del clima, pues el otoño amenazaba con días de
lluvia, finalmente recurrimos al facebook del Centro y a pasar por las
clases invitando a la participación. (enlace)
El árbol
El
escepticismo de los alumnos de Cuarto de Social se mantuvo
prácticamente hasta momentos antes de la puesta en marcha de la obra. No
fue hasta ver las primeras cintas sobre el tronco que creyeran en los
efectos de lo que habían planteado. Los alumnos y profesores acudían en
masa a la invitación del día 17 de Octubre, tomaban
cintas, escribían y anudaban su deseo al tronco del árbol para dejar que
los vientos certificaran la fuerza de sus ideas de forman permanente.
A modo de conclusión quiero hacer constar
el cambio de perspectiva vivenciado por los protagonistas del evento.
Las ideas preconcebidas en torno a su visibilidad dentro del Centro, las
creencias asentadas sobre la base de un sentimiento de exclusión dentro
del Centro y la inconsciencia hacia la fuerza motriz de la experiencia
estética han pasado a un segundo plano.
Su temor inicial a no ser aceptado este
Proyecto, la falta de confianza ante la reiterada sensación fallida de
su trayectoria por el Centro, la incredulidad ante la posibilidad
de saber hacer uso de las sutilezas de la creatividad aplicada,
incrementó el efecto sorpresa ante lo que descubrían y por tanto lo
significativo del aprendizaje esperado de esta actividad. Ver a Jose
María Amigo (Director del CUCC) entusiasmado con la propuesta, ver
participar a profesores y a compañeros de otras titulaciones les ha
devuelto en buena medida la confianza y ha abierto el camino de la
posibilidad para futuros proyectos. Los objetivos educativos se han
cumplido, aunque siendo justos, debo decir que se han visto superados.
Ahora seguimos diseñando nuevas propuestas comunitarias.
David Gamella
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