viernes, 13 de abril de 2007

Mi Quehacer. Texto para una exposición. 2004




MI QUEHACER

Los antecedentes de mi vocación artística se remontan a los años de infancia, cuando los trabajos manuales me permitían habitar un mundo de ensoñación, alejado de la presión de las tareas escolares. La escayola, la madera, el cemento y todas las herramientas que mi abuelo tenía por el taller formaban parte de mis juegos, que a la postre fueron una perfecta enseñanza y el impulso necesarios para afrontar esta vocación.

Siempre he sentido curiosidad por aprehender el entorno que me rodea. Observar la naturaleza para poder mirar desde ella, estudiar al hombre para saber quien soy. La escultura me permite dar forma a todo ello, traduciendo lo que no puedo estructurar verbalmente. Codificar y decodificar el presente pluriforme, poner nombre, dar un rostro al tiempo que vivo me fascina. El objetivo es cómo unir esas cuestiones formales propias de la escultura con el mundo de las ideas al que quiero aludir y denunciar. A veces comparo el proceso con una prueba de ingenio (más allá de las cuestiones meramente técnicas) en la que he de buscar las pistas que me permitan dar cuerpo a unos conceptos en continua fluctuación, con unos materiales dotados de funciones y significados diferentes en pos de convertir la mayor complejidad en sencillez.

Por consiguiente el contenido central de mi obra es el ser humano cansado de si mismo, aparcado en un escenario desmesuradamente industrializado. Esta tarea implica un proceso de búsqueda y análisis continuos. Siempre hay que estar tomando decisiones, eliminando partes de la obra para que otras y así concretar un artefacto con autónomo, sencillo y lógico, capaz de conectar con el sentir universal al que aspira toda obra para ser arte. Me gustaría que las obras trasmitieran vida, que de donde se inspirar para poder existir por si solas fuera del taller.

El roce con el material, lo que suele decirse “meterse en faena” es básico en mi creación. Siempre me han atraído aquellos que sentimentalmente me son afines, básicamente los menos “nobles”, los reciclados (maderas de “palés”, restos de podas, recortes de tela, clavos viejos, chapas de deshecho, tuberías, y un sin fin de restos que convierten mi taller en el bazar “del todo un poco”). Con ellos mantengo “una prueba de doma”, al principio suelen rondar en el estudio durante un tiempo y hasta que no se hacen familiares no cuento con ellos.

En las obras de metal que les presento, forman parte de unas series que abordan la relación hombre-máquina. Tubos, conductos y depósitos me sirven para hablar del proceso de los sentimientos y las destilaciones mecánicas, como si en órganos humanos se produjesen. Siempre acorazados, ocultos, enmascarados.

Las esculturas realizadas con troncos, retratan el propio cuerpo, el tacto, la agresión. Volúmenes tribalmente maquillados.

Las cerámicas representan los lugares de protección, reductos de defensa almenados, en los que habitar.

Y finalmente las construcciones de madera son una reflexión en torno al dialogo, a la comunicación. Por regla general son dos partes enfrentadas en las que se exponen entre otros los polos de ausencia–presencia, silencio–grito.

Con estas proposiciones me creo y me destruyo y busco cada día llegar más lejos de donde hoy frené.





David Gamella

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