domingo, 21 de marzo de 2010

Culto Virgin-al

Sentado en unas escaleras frente a este templo al cuerpo ultramoderno pude contemplar, no hace muchos días, el abultado índice de fieles que allí pueden llegar a congregarse. Eran las horas cercanas al medio día. Como si hubieran tocado las campanas, de todos los rincones iban afluyendo una ristra de caballeros encorbatados y señoras bien vestidas (el susodicho se encuentra en una de esas zonas que dicen de dinero) que venían como huyendo de los parques empresariales en los que se rinde eternamente por un capital. Parecen escolares saliendo al recreo. Todos con sus mochilas y trolleis, dejan atrás un mañana de colegio-trabajo, en el que han estado haciendo las mil tareas aceleradas que el profesor-jefe disponía. Vienen solos o en grupo, pero todos con los signos de esperanza en el rostro, de quien sabe que va a pasarlo bien. Dentro les esperan sus respectivos narcisos en las salas de espejos en las que ver y verse, las posturitas, los vientres retraídos y los músculos tensos para cluequear un rato. Toda un ritual devocionario, un culto al cuerpo controlado y mortificado, una suerte de respuesta de autómata posmoderno que acude a dicho espacio sustitutivo de lo religioso, pero con la misma fe. Es curiosa la fidelidad que expresan al club y a sus normas, cómo asumen la identidad de la imitación que les marcan, ya que en el fondo todos quieren parecerse a aquel/aquella que tiene determinadas protuberancias y remarcadas concavidades. Es la repetición de las políticas de la "imitatio" pero sobre el cuerpo físico (como antes se asumían las bondades de todos los Santos). Sobre todo que estos cambios superficiales, alejados del espíritu, aportan meramente prestigio económico, estético, social y personal. Es decir, imposturas para la galería de las apariencias higienistas que tanto nos seducen hoy día.
Luego suena el timbre, una ducha, recoger los bártulos y nuevamente a la escuela de la distancia y la asepsia hasta horas intempestivas. La lección bien aprendida y las venas repletas de endorfinas para que nada les altere.
Para colmo el gimnasio es de la cadena Virgin.
Amén.
David Gamella

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