No es que me vaya nada personal en el tema, pero una vez oídas las razones que se aducen para justificar el uso de las lenguas cooficiales en el Senado (por cuestión de derechos, de política territorial, de igualdad, de respeto, de representación...) quiero teclear una comparación de orden práctico (y vaya por delante mi absoluta admiración hacia cualquier lengua, por ser vehículo de la cultura, soporte del pensamiento y baluarte de la diferencia e individualidad que todo ser humano merece).
Hecha la salvedad, propongo pensar primero en el cometido principal para que el nuestros bien alimentados señores senadores (salen de allí bien "senados") ostentan el cargo: resolver asuntos, gestionar cuestiones, dilucidar, dirimir, alcanzar consensos mediante argumentaciones dialécticas, es decir que están convocados para entenderse y hacerse entender.
Cuando alguien tiene ese cometido (u otro), se entiende que ha de disponer las herramientas adecuadas y fiables para cometer con diligencia y efectividad sus tareas. Ellos disponen de un código verbal común, de un lugar común y de unas comodidades y dietas que les facilitan asistir a las sesiones y dedicar su tiempo a tal efecto.
En los tiempos de precariedad monetaria que vivimos por expreso deseo de bancos y especuladores, el uso de las herramientas y recursos hay que optimizarlos al máximo, además de dar imagen (tan básica en nuestros días) de que así se hace. Pero tenemos una clase política (la que nos merecemos, a tenor de lo que en realidad les exigimos) con un perfil bajito, bajito y unas capacidades cortitas, cortitas que se mueven como pollos sin cabeza. Cuando un problema acucia se debe operar con precisión, presteza y operatividad si queremos acertar en la solución, al menos así hacemos en la casa de cada uno. Hoy día la silla de la credibilidad y sostenibilidad de las instituciones del Estado y la sustentabilidad de quienes lo conforman anda más que cojo, ¿por qué tanta dilación, por qué tanta incertidumbre, por qué tanto gesto inútil?
La gente de barrio, de la calle, el contribuyente, el consumidor, el trabajador, el que carece de trabajo (se elija según proceda) aparte de soluciones quiere gestos que motiven, que alienten, que respalden sus obligados esfuerzos; sino, irá agrandándose más y más el ya de por sí rasgado descosido que luce el traje de la sociedad y la política y se afincará más si cabe el "pillar lo que se pueda", "el que venga detrás que arree" o "tonto el que no trinque" tan a la orden del día en nuestras tierras.
Pero a lo que iba, pensemos hacer algo parecido en las aulas. Hoy día encontramos en ellas estudiantes y estudiantas de diversas nacionalidades (la marroquí, la rumana, la búlgara, la polaca, la brasileña, la croata, etc), que como suelen carecer de los recursos más básicos no acuden a los grandes liceos de las naciones extranjeras. Con la misma lógica podían exigir que sus culturas merecen el mismo respeto, sobre todo en una institución que intenta inculcar valores de educación, tolerancia, respeto... Sus respectivas lenguas maternas (y paternas) son también el vehículo para mantener la singularidad de sus identidades de origen, así que con esta lógica sería correcto implantar el mismo sistema de traducción simultánea en cada centro según proceda. ¿O es que los cargos públicos tienen más derechos que los inmigrantes- ¡Uy, sí! si por eso a ellos no les afecta el tema de las pensiones).
Suena descabellado este plan para las escuelas ¿verdad? sobre todo si pensamos en el descontrol que se instalaría en las aulas superpuesto a las dificultades intrínsecas que la enseñanza ya tiene (por razones que son de otro discurso).
Si en lugar de dedicarnos a resolver con eficacia cualquiera de nuestros cometidos, jugamos a complicar y burocratizar casa paso, nuestros rizos estarán cada vez más rizados y tendremos que depender de mil prebendas e interfaces para entendernos en lo más básico con el de enfrente (como de hecho ya sucede), ralentizando, torpedeando, complicando y babelizando la comunicación. El resultado es la inoperancia, la incomunicación, el entorpecimiento de la fluidez de la vida, las que por otra parte parecen ser nuestras señas de identidad mejor adoptadas.
Aunque visto lo visto, tampoco convendría descartar algo así en la educación, Tecnología mediante.
Nada más, pero hablando de complejidades, sin ir más lejos, el grupo de traductores ya ha comenzado a quejarse porque su sueldo es de 500 Leuros; anda que como hagan como los controladores aéreos, veo al ejército traduciendo. ¡Viva el estado de alerta!
David Gamella
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