Se oyen tambores. Las tertulias matutinas anticipan los redobles machacones que bajarán pronto por las colinas. Cada fin de semana, con el disfraz de gente campechana (trampa para gorriones sin corbata ni chaqueta), el político sale a calentar la lengua y a ensayar sus gestos.
En las cocinas los secuaces van guisando sus grandes platos de verdades increíbles, diseñan cómo van a decorarlos, qué melodías pueden lograrles el encanto, qué aderezos camuflarán los sabores del fondo. Prueban con aperitivos primero mirando a los ojos de las cobayas que los siguen a los mítines y si se brotan, si les aclaman, si logran cerrado el aplauso, pasan entonces a la producción masiva que nos inocularán los medios.
Ya se van preparando, tensan las cinchas, se ven preparadas toneladas de maquillaje, las prótesis sonrientes y la flota de trailers de afabilidad y talante importados (de China).
En esta Oligarquía Hispánica va a comenzar una vez más la mascarada.
DG
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