Hay fechas en la vida de cada uno que por caprichos del destino se asocian a hechos comunes de calado histórico. Mi relato hizo vínculo en 1981 con ese conato de hachazo militar sobre el aun inmaduro brote de nuestra democracia. El alma de quienes por fin veían con júbilo la luz tras el sueño forzado de la razón, creía volver de Golpe a la noche. Mi alma de niño, no lejos del epicentro, lloraba encerrado en el baño porque "esos hijos de puta con pistolas habían jodido mi fiesta de cumpleaños". Patatas y panchitos en la mesa, bebida, sandwiches, una tarta con velas apagadas y mucho silencio.
Dos perspectivas dispares, dos distantes eventos que rompían por igual ilusiones, cristales y anhelos. 30 años después, fortuna y rencores aparte, puedo sonreír por este tiempo y festejar todo lo bueno que pasó, las personas conocidas, lo aprendido, lo visitado, los logros y los fracasos... y con todo ello decirme sin rubores:
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