jueves, 10 de febrero de 2011

Lógica adolescente de campaña

Quienes andamos entre adolescentes estamos curados de espanto ante sus particulares maneras de actuar y pensar. Focalizados por lo general en sus ombligos o en lo menos relevante y práctico de lo que haya que hacer (debido a la fase de asentamiento en el desarrollo cerebral y emocional y también al tipo de cultura en el que les hacemos vivir) no sorprenden sus posturas (no deberían), así como sus actitudes y sus respuestas. Para trabajar con ellos (por ejemplo en un aula) hay que saber qué ciertas cosas no se les pueden decir (las entenderían por el sentido menos conveniente), que hay ciertas cosas que no les puedes dejar (un cutter en clase) o que los mensajes se los tienes que dar esquematizados, lentamente y repetidas varias veces (si quieres que entiendan lo que han de hacer). Esa etapa vital es así y no se puede cambiar y menos evitar.
Estas máximas (y otras) de uso común y práctico para poder ser operativo con ellos, parecen ser desconocidas por el Ministerio de Sanidad; eso o que está gobernado por adultos aun adolescentes, todo es posible, y que por tanto adolecen aun de ciertos principios. Los mismos que les llevarían con toda su lógica a los chavales, haciendo chanza, a poner si pudieran máquinas de coca cola (o calimocho) en las aulas, a estar en las clases amontonados por el suelo o a poner su música dance y unas luces negras por toda la escuela, de horario por supuesto nocturno para tener ambiente.
A quien dirige y gobierna se le pide al menos una coherencia y una visión adulta responsable para todo lo que ha de tener entre manos (por eso se debió echar al monte la utopía). Hay una edad consensuada para marcar el paso al estadio adulto. Por debajo de ella, el menor queda defendido por una ley que le exime por ejemplo de responsabilidades penales, evita que conduzca un coche o que se tenga que hacer cargo de cosas, que hemos convenido, es mejor que de momento no le competan. Como marco legal está bien y así se lleva a cabo hasta que por intereses (¿quizá de las farmaceúticas?) la norma pueda verse alterada, según marque la conveniencia. 
Estamos inmersos en una lógica proteccionista en la que el Estado cuida de la salud del ciudadano. Que se lo digan a los fumadores. Al menos esa es la razón que les espetan cuando quieren humear en los lugares públicos cerrados. Siguiendo la pauta, recordaremos que hace no mucho se nos vendió una moto sin frenos con forma de píldora desproblematizadora, como la panacea "progre" de la liberación sexual juvenil aduciendo que eso les iba a educar en responsabilidades amatorias y no se sabe cuántas memeces más. El cóctel (molotov) dispensado a su servicio sin receta médica (¡glub!) para apañarse el organismo es de todo menos saludable y sus efectos secundarios hormonales (a los que se expone siempre la mujer)... ¿o es que realmente no importa tanto esa salud que se nos vende?
La traducción directa, moralidad y lecturas religiosas aparte, en la mente de un adolescente (que no puede pensar en un antes y anticipar unas consecuencias) se veía venir de lejos. Ésta no es otra que la de no tener que preocuparse en ser hábilmente preventivo o la de no tener que informarse por una contracepción adecuada, pues se le facilita una solución rápida e inmediata, que obviamente va a usar, con la que eliminar indeseables consecuencias (si las hubiere) de sus libres actos. Algo así como hacerles ver que todo es tan fácil como emular el gesto de ratón que arrastra a la papelera de reciclaje del ordenador lo que no sirve. Borrón y cuenta nueva y aquí no se entera ni el Tato (y mucho menos los padres, que sólo cuentan para costearles las compras y tenerles dispuesta la ropa, la comida, el móvil, el botellón...). ¿Y otras consecuencias como los contagios de transmisión sexual? (España ya está a la cabeza de Europa -no sólo íbamos a ser campeones futboleros) Pensarán que ya habrá otra pastilla mágica que los salve de tal evento. Medidas de este tipo intensifican y afirman la adolescencia en el adolescente (¿Con qué interés?). Si en la escuela se les pide responsabilidad, reflexión y se les ejercita denodadamente en el uso inteligente de conductas que les protejan y les habiliten para ser adultos capacitados en el futuro, desde otras instancias  que van a la suyo, se les dicta alegremente lo contrario (¿Con qué interés?). 
Este tiempo que vivimos nos ha habituado a poner soluciones a todo: somos la especie invencible (aunque muy imbécil). Si nos duele la cabeza, ¡zas! analgésico. Si algo nos inquieta ¡zas! ansiolítico... Tenemos remedio (físico y químico) para todo (y las farmaceuticas dando botes).
En manos adultas, a las que se les supone una cierta coherencia, Norlevo (Chiesi), EllaOne (Hra Pharma) o Postinor (Bayer), suponen el último paso, la solución extrema a una contingencia indeseada, nunca el modus operandi primero.  
En manos adolescentes "estas bombas de difusión masiva" son ya la tirita habitual para después de una herida inevitable. Los centros de planificación familiar han visto reducida su demanda en un 60% en el último año, mientras que en las farmacias ha crecido su venta un 75% a una media de 18 Euros; quiere esto decir que los principales demandantes, propensos al camino fácil por ley natural, prefieren pagar y pasar cuatro días malos (a espaldas como decíamos de sus inservibles progenitores), a tener que escuchar el "rollo" de la asistente sanitaria o social de turno que, al menos antes, se veía en el papel de preguntar esto y lo otro y lo de más allá, hacer reflexionar, etc (vamos, todo lo contrario que nos vendía la señora Menestra de Sanidad diciendo que así se asesoraría más y mejor y, y, y todos seríamos más chupiguays). 
Por ello ahora se ven en la tesitura de emplear más fondos públicos para hacer otra campaña tolai llamada "la píldora del día antes", consistente en dar una chocolatina (como si fueran mascotas) diciéndoles ahora "tenéis que ser buenos y obedientes porque sino, nos sacan los colores; venga, no nos pongáis en evidencia y haced bien las cosas", esto junto a otra mucha (sobre)información sexual que obviamente ni se leen. En el Menesterio todavía no se han enterado de qué va la vaina, pero ¿qué sería de nuestras vidas aburridas sin sus campañas?
DG

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