viernes, 27 de enero de 2012

Camps es lo de menos

Tras "lo de Camps", la gente sigue saliendo a la calle, haciendo sus negocios, alimentando sus sueños, cubriendo como puede el expediente. Nada aparentemente parece haberse movido de su sitio, aunque un repaso a contrapeine por la actualidad bien pueda llevarnos a concluir que dicha   calma da muestras de lo preocupante del momento. Confiar en la bondadosa deriva de las instituciones de este país y en el estoico paso de sus subditos es tan estúpido como esperar una publicidad sincera.

En lo personal debo decir que estas palabras nacen (a pesar de la salubre vida que tengo en relación a otra mucha gente) de una profunda tristeza de verme vinculado e inserto en una patria relajada y displicente, tan confiada a la lotería de los tiempos como inerte. Observar el curso inmutable de los acontecimientos no hace sino que confirmarme la necedad, la anomia, la tala masiva de criterios, la ramplonería chapucera que deriva en una carencia plena de sentido de la lógica, en una ceguera colectiva decadente, en una ignorancia cultivada, en una avariciosa pérdida de valores y la claudicación total a la grosería del todo vale y en todo momento.
¿Quién o qué nos ha sumido en esta bovina y dulzona manera resignada?
¿Dónde se halla el beneficio de tan descabelladas parsimonias?
¿Por qué evidenciar estas observaciones se paga retirando el saludo, perdiendo credibilidad y apoyo público?
¿Qué estamos queriendo camuflar?

El presidente autonómico que tanto quiere a sus amigos ha sido absuelto (por un jurado popular amigo de las faltas ortográficas) pese a la bochornosa contundencia de las evidencias gráficas y puede que tal vez porque un veredicto desfavorable ensuciaría la figura del ahora Presidente que raudo puso la mano en el fuego con cámaras por delante (desdecirse tampoco hubiera sido problema; la palabra en boca de un político es vapor de agua). Los cintas grabadas  mostraban a todas luces un comportamiento fraudulento e impropio del cargo que ostentaba. A cualquier persona decente, solamente la escucha pública le hubiera hecho palidecer y renunciar a sus condecoraciones (sería mucho pedir, ¿verdad?). Una vez más, la frase que Platón acuñó para definir la justicia, como la conveniencia del más fuerte, recobra actualidad, triste realidad. La ley es un entramado pensado para despistar al intruso, de ahí que no busque la verdad, sino el artificio mejor articulado por cualquiera de las partes. Si tienes posibles, sales indemne, sino, acarreas con la culpa ¿Por qué no conocemos político defraudador, gran empresario, aristócrata o banquero alguno que haya cumplido su correcta condena?

Por eso este caso es uno más de la conocida colección verano-invierno de las últimas temporadas. Frente a lo que debería ser el justo establecimiento de unos valores defendidos por leyes impartidas con equidad, por contra se abren impunemente paso con garbo triunfante la barbarie, la chanza y la chulería de unos pocos (los de siempre), con razones laudatorias de Estado. Si los que vienen llevando el mando de esta sociedad, con votos o sin ellos, con rostro o poniendo su sombra, solamente trabajan e interceden por la conveniencia de sus asuntos fecales: ¿A qué podemos aspirar quienes vamos de paquete?

Que un corrupto repita mandato de gobierno no es falta de estructura legal, de sórdidas leyes, de oscuros agujeros (aunque bien pudiera significar una carencia viral de ética), sino más bien la clara consecuencia de un votante cómplice o convenientemente anestesiado (medios hay para ello). Así al menos sucede en España, donde por ejemplo los rankings de noticias más leídas, supongamos que lo fueron realmente, de los periódicos digitales mayoritarios (no los más veraces, por cierto) suelen ser las más insustanciales, anodidas y banales (obviaremos por esta vez los programas televisivos). ¿Qué fuerzas nos mueven entonces como colectivo?


Los hechos nunca van aislados, tienen un contexto que los abriga. Esto me lleva a pensar que al tiempo que las Agencias de (des)Calificación rebajan la solvencia económica española, nuestra democracia se equipara (por abajo, como en las escuelas el nivel educativo) para no hacerles un feo. La pila de papeles que llamamos Carta Magna, más por cuestión de tamaño que de grandeza, es un territorio que irreparablemente merma como el hielo de los polos con el paso de los días.
Así tenemos que una vez actuó de oficio el infecto Tratado de Maastricht, puente aéreo hacia la UE, que a última hora votamos sin haber leído la letra pequeña y que exterminó unos cuantos artículos primigenios; otras veces los indecentes González, Aznar y Rodríguez entrenaron con ella su falaz puntería como si la cosa fuese suya; finalmente los sicarios mercachifles financieros la hicieron hace poco unos retoques estéticos con silicona de tercera, para terminar de cuadrarla ante el estoque. Es decir, que de lo votado en el 78 para asegurarnos un marco de derechos y libertades equitativas, nos quedan para el resto tres sillas, dos mesas y un zapato remendado; de la soberanía del pueblo... ni llegó, ni se la espera. Aquella ilusionada votación, nos recuerda Julio Anguita en una de sus primeros textos de "Combates del tiempo", se hizo para atajar el paro sangrante, la carestía insoportable de la vida, el caos económico y la corrupción, pero como prometer es gratuito y no responsabilizarse también, lejos de lograrse lo allí articulado, todo ha quedado agudizado o al menos convertido en nuestro eterno retorno (realmente el de algunos, a otros la feria les ha ido de vicio).
¿Hacia dónde entonces estamos yendo? ¿Hacia dónde no hemos ido?

Como decía Castelar, España cansa a su historia de tanto repetirla. A tenor de cómo azuzan las cornetas del movimiento, parece que retornamos incautos y resignados, que nos confinamos en la misma tierra yerma de antaño que ya sabemos quemada e inútil y en la que sólo florece la confusión fratricida. La misma en la que si sacas los brazos acuden en masa raudas las bayonetas informativas para dar el alto, pues siguen redactando con bala y crucifijo, en el fondo de un despacho financiero.
¿Cuántos impactos tolera un mismo cuerpo sin ver afectado de pleno su ánimo social? Ráfagas de dislates, sinrazones y petulancias, bombardeos de injerencias, saqueos y desprecios sincronizados que consolidan nuestro déficit social (más hiriente y mortífero que el económico) y hacen incrédula la credibilidad del pueblo.

La primera industria nacional es la creación de chapapote. Somos una de las potencias mundiales. Miremos sino la justicia, tan burda como servil; la Hacienda, sectaria y cómplice con quien interesa; el Trabajo, cada día con menos trabajo (ya somos 5.200.000 desempleados oficiales -yo soy de los que no cuenta- y falta menos para la estabilidad permanente de la cifra); de la Ciencia y la Tecnología nada tenemos, bueno, las llamamos fútbol; la Educación, otra de las futuras mercancías que sólo podrán costearse los niños ricos; para la Sanidad nos iremos poniendo a la espera... Cada uno podríamos añadir diez casos más al elenco.
¿Qué decimos de este vodevil feriante que consentimos cuando lo vemos en Sudamérica, en Italia, en Grecia, en Marruecos, en Turquía, en Rumanía, en...?


Camps es sólo un caso más del retroceso, de la rutina deficiente del sistema que dispone su juego de espejos para amparar y proteger a los depravados que lo sustentan y de la connivencia ciudadana de quienes miramos esperando tras los anuncios más varietés en el programa. Es un bocado más que reduce la democracia como lo será Urdangarín, Gürtel, Faisán, Blanco, los casos de niños robados en la transición, la impunidad de la banca, la consentida oscuridad fiscal de las grandes fortunas, etc. Lo mismo que es un día ya hicieron el caso Botín, los tráficos de influencias, las privatizaciones masivas, los pelotazos urbanísticos que vulneraron la ley del suelo, los GAL, Prenafeta, Naseiro, los Albertos, la Malaya, las prevaricaciones, los cohechos, las prebendas a la Iglesia, los imparables desahucios, las irrecuperables listas de desempleo, los dejaciones y tropelías sindicalistas... uff. Todo esto educa a las nuevas generaciones, les pone en antecedentes sobre cual es el modo impune de triunfar ¿Con qué cara se les puede hablar de valores con tanto cuatrero campando a sus anchas cual Berlusconi? 

Dónde puede uno apostatar de esta nación diría (a fin de cuentas, no es menos que cualquiera de las religiones practicadas) sino fuera porque no pienso hincar la rodilla ni cerrar la boca ante tamaño dislate, como así me han enseñado maestros y mayores.
DG

3 comentarios:

  1. ¿Cómo se sentiría una persona íntegra en medio de corruptos, cuanto tiempo toleraría su cercanía si tuviera oportunidad cambiar el ambiente? ¿Y un corrupto, se encontraría tranquilo entre personas realmente honestos?
    No puedo imaginar a un ser honrado consintiendo la corrupción a su alrededor o apoyarla o sostenerla con sus votos y sus actitudes indiferentes.
    De hecho la corrupción es uno de los indicios de inferioriad moral de un pueblo.
    Sin una institución de justicia fuerte y una fuerte inversión en educación, en todos los niveles, no solo la instrucción formal para construir ciudadanos y sociedades capaces de elegir de forma responsable, no tendremos más que lo estamos manteniendo.

    ResponderEliminar
  2. Esa es la única esperanza, la concienciarnos y concienciar de la importancia de actuar responsablemente por un bien común más necesario que nunca. Hemos permitido que la degradación se instale en las instituciones y restaurarla costará años. Las nuevas generaciones no pueden incurrir en los mismos errores.
    Gracias por tu aportación

    ResponderEliminar
  3. ¿Dónde puede uno apostatar de esta nación? (a fin de cuentas, no es menos que cualquiera de las religiones practicadas). No David no hay que apostatar, hay que luchar para que la justicia garantice los valores humanos, que solo quienes sean los depositarios mas elevados de la dignidad humana puedan administrarla, y estos tienen que ser quines se identifiquen con el “poder” de la moralidad de los hombres sobresalientes.
    La anomia conduce al desastre, necesitamos las instituciones , pero regidas por los depositarios mas elevados de la dignidad humana, serian una maravilla.
    Un abrazo

    ResponderEliminar

¡Gracias por tu tiempo!