Vivimos inmersos en un sistema democrático representativo.
Esto no quiere decir otra cosa que acordamos, papeleta en mano, que lo comunitario sea gestionado por un equipo de representantes cualificados.
Esto implica dejar en sus manos la gestión de unos fondos públicos destinados a organizar y sustentar los servicios, también públicos, creados para la atención de los ciudadanos.
De los votados por la mayoría se espera entre otras cuestiones, responsabilidad, honorabilidad, ética y profesionalidad, puesto que si son los encargados (supuestamente) competentes, podremos delegar y ocuparnos de nuestra vida, de nuestros planes (que no debían distanciarse mucho de los comunitarios).
Esto no quiere decir otra cosa que acordamos, papeleta en mano, que lo comunitario sea gestionado por un equipo de representantes cualificados.

De los votados por la mayoría se espera entre otras cuestiones, responsabilidad, honorabilidad, ética y profesionalidad, puesto que si son los encargados (supuestamente) competentes, podremos delegar y ocuparnos de nuestra vida, de nuestros planes (que no debían distanciarse mucho de los comunitarios).
Pero este panorama idílico ya se pervierte cuando acercándose las elecciones, quienes se ofrecen como servidores públicos salen de sus despachos a pisar la calle. Canta a distancia las maneras impostadas para aparentar "llanismo". Debe ser tan grande el schok por los olores de la gente, la ausencia de ciertas marcas, la presencia de los cuerpos trabajados, que eso serviría para explicar la verborrea, las risas, los abrazos tan desmesurados. Se jactan de ser servidores de la ciudadanía con vocación por el bien común, servidores a ultranza de lo público y destinados a velar por los intereses de todos. Siempre me pregunto a estas alturas de la película, ¿cómo puede haber gente todavía acudiendo a los mítines, moviendo la banderita y dejándose la piel de las manos con sus embravecidos aplausos?
Tanto las sonrisas, como los saludos, tanto las palabras como las intenciones son de cartón fallero, es decir, nada resistentes al fuego.
Tras las fogatas electorales, los champanes y los "botes del presidente", sorprende que APROPIARSE del cargo vaya aparejado a una consensuada y NECESARIA subida de los honorarios de la plana mayor, así como la inmediata RECOLOCACIÓN de amigos, amiguetes, familiares y allegados; ya sabemos las bondades de trabajar en un entorno favorable, acogedor o incluso doméstico. De aquellas babas del marketing electoral, estas prebendas.


Preferimos la dejadez a la exigencia y la observación de las normas que nos protegen a todos, porque respetarlas implica trabajo, seriedad y respeto, algo de lo que socialmente carecemos. Hemos preferido dejar hacer mientras podamos ir haciendo lo que podamos en nuestros terruños.
Sólo así se explican los votos y revotos a manifiestos delincuentes de lo público, aunque luego recurramos a la queja, como si ese voto no nos hiciera responsables de los actos impropios de los cargos descarriados. Están ahí porque los hemos puesto y repuesto (amén de leyes electorales desniveladas para favorecer la permanencia de los de siempre).

El poder, cuando se alimenta de la nausea, se ejerce con la insultante desmesura de una mafia y la torpeza de unos cuatreros aplicados en desmontar las instituciones públicas como si fueran de su propiedad.
En estos días observamos no sin perplejidad las irreparables consecuencias de tantos años de malversaciones amparadas por las ventajas parlamentarias. El esfuerzo que se les suponía, en vez de ser dedicado a velar por esos intereses comunes que antes refería, por mejorar la investigación, el tejido productivo, la educación, las energías alternativas, la innovación en suma en todos los sectores, se ha destinado a robar como lo hace cualquier banda de aluniceros. En el resto del mundo el estupor no es menor.
Sabemos de cuentas, sobres, favores, regalos y de comisiones que aclaran el insistente afán de hacer (con fondos públicos) hospitales privados, colegios privados, aeropuertos sin aviones, olimpiadas, institutos noos, carreras de formula 1, ERES, palaus, las cajas Bes y toda la reata de pozos negros y paraísos fecales en los que les encanta habitar a esta tropa ataviados con sus trajes, sus peinetas, sus banderas de patriotas, mientras una panda de abducidos obreros, les mantienen AD ETERNUM el voto.
Podríamos esperar que este inmoral tren de vida (con comisiones) y su ilícito y delictivo afán de lucro, tengan un alto coste judicial para esta caterva de sicarios del terrorismo financiero, pero tristemente las leyes las hacen ellos y siempre habrá un epígrafe con el que taparse sus feos. ¿No se les nota la altanería en la cara?
Ahora están apremiando los fogones para cocinar a fuego lento y con mucho estiércol ese otro pelotazo llamado EUROVEGAS. En unos años nos tiraremos de los pocos pelos que nos queden.
DG
En estos días observamos no sin perplejidad las irreparables consecuencias de tantos años de malversaciones amparadas por las ventajas parlamentarias. El esfuerzo que se les suponía, en vez de ser dedicado a velar por esos intereses comunes que antes refería, por mejorar la investigación, el tejido productivo, la educación, las energías alternativas, la innovación en suma en todos los sectores, se ha destinado a robar como lo hace cualquier banda de aluniceros. En el resto del mundo el estupor no es menor.

Podríamos esperar que este inmoral tren de vida (con comisiones) y su ilícito y delictivo afán de lucro, tengan un alto coste judicial para esta caterva de sicarios del terrorismo financiero, pero tristemente las leyes las hacen ellos y siempre habrá un epígrafe con el que taparse sus feos. ¿No se les nota la altanería en la cara?
Ahora están apremiando los fogones para cocinar a fuego lento y con mucho estiércol ese otro pelotazo llamado EUROVEGAS. En unos años nos tiraremos de los pocos pelos que nos queden.
DG
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